viernes, 1 de diciembre de 2017

"LA VACA DE ORO"



EL CANTO DEL CENZONTLE
ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS

En el concierto de la libertad de expresión, en México (al igual que en otros países), muchas voces de periodistas han callado por haber hecho uso de la palabra escrita para decir verdades, el caso más sonado desde hace muchos años, es el de Manuel Buendía.
En Guerrero, como en todo el país, existen buenos periodistas, idealistas, neutrales, que transitan por terrenos llenos de arenas movedizas. Sirva este espacio para expresar un merecido reconocimiento a Misael Tamayo y Amado Ramírez, mártires del periodismo.
Si bien es cierto que la democracia ha avanzado, que la libertad de expresión hoy es más, digamos tolerada, hace falta que algunos líderes de los ámbitos habidos y por haber, reconozcan que un buen periodista es portador en ocasiones, del canto de aquel cenzontle que canta a Dios, a la vida y a la naturaleza, pero que casi nunca es escuchado en sus justos reclamos por mejores condiciones de existencia y convivencia propia; y del pueblo impotente a quien dan voz, y que la crítica puede servir para recordarles que sus esfuerzos e intereses deben estar encaminados para dar bienestar a las mayorías que son sus representados. Ya sean éstos líderes de entidades de gobierno, de instituciones ó empresas públicas y privadas, sindicales, de beneficencia, etc., que bien pudieran ser la “vaca de oro” de mi pensamiento.
Deseo que el cuadro que mi mente elucubró y que a continuación describo, quede solamente plasmado en el papel, que la voracidad y otros males sean alejados de nuestro cielo. Que la ecuanimidad, la generosidad y la justicia toquen el corazón de los poderosos y traten bien a “la vaca de oro” para que a su vez brinde consuelo y alimento a los que menos, o nada tienen.

“LA VACA DE ORO”
ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS

Cierto día, un atribulado Cenzontle, se posó en un árbol,
Al ver a una pobre vaca de oro, entrar en franca agonía,
Tirada estaba...llorosa, quejumbrosa y flaca
¡útil y fértil aún se sentía!
Tal vez ese era el motivo, por el cual quería seguir viviendo,
El Cenzontle dispúsose a aliviar un poco su pena,
Cantándole un canto... un canto de esperanza y alegría,
Más, de pronto, lo acallaron los graznidos de unos buitres,
Que a la vaca de oro vieron sin defensa,
¡y venían a ayudar, según decían, a aliviar su necesidad, su sufrimiento!
¡le sacaron los ojos, le destrozaron sus tetas,
esas tetas, que a tantos dio alimento!
¡entraron por su “fondillo” desgarraron sus entrañas!
Así,... aquella pobre vaca de oro, exhaló su último aliento,
Sólo huesos ¡No dejaron ni su cuero!
Tal festín, no se había visto en tanto tiempo,
Y los dueños, resignados, de lejos sólo estaban viendo...
Impotente, aquel pobre cenzontle, sólo gorjeó amargo lamento,

¡Si destruyendo pretenden ayudar...
que no harán, cuando quieran destruir!

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