“AÑORANZAS”
ISAIAS LÓPEZ ABUNDIS
En días pasados acudimos, mi
esposa y yo., a la playa “las peñitas” precisamente frente a la casa de Meño
Panchí, la cual se encuentra a orillas de la playa, a contemplar la puesta del
sol. ¡qué de emociones se removieron en mi interior! Decía el tío David
Bautista que cuando uno es niño, desea crecer para explorar, conocer ó vivir
situaciones prohibidas o propias de la gente adulta, como por ejemplo: ver una
película de terror, tomar un vaso de “chicha”, jugar en el salón de billar del
pueblo, tocar la guitarra, y muchas otras cosas.
Hoy quisiera uno volver a vivir esa etapa tan bonita que de niño se vive,
sin preocupaciones ni prejuicios; acudir al arroyo Chuchapa en compañía de los
amiguitos a chapotear, participar en las procesiones que se hacían en honor de
Cristo Rey; hileras de niños con sus ensartas de flores de Cacaloxóchitl y/ó
cempoalxóchitl, cantar las misas en latín (cantos aprendidos de memoria) en
compañía de mi padre y de mi hermano Rodrigo; participar en la kermess, que las
catequistas religiosas realizaban para recaudar fondos para la iglesia del
pueblo, kermess que casi siempre eran amenizada por la orquesta del pueblo ó
disfrutar de los buñuelos y torrejas acompañadas con su respectiva miel de
panela que se vendían en la plazoleta del centro de mi pueblo, de mi pueblo Azoyú,
donde la tradición se mama. Ahí en la época navideña; se formaba un círculo de
puestos de vendedoras alumbradas con hachones de rajas de resinoso y aromático
árbol de ocote, (a finales de los años 50, no había energía eléctrica),
mientras los pastorcillos nos arengaban con su canto “vamos pastores vamos”, a
seguirlos y/o a cargar las estrellas elegantemente elaboradas con varas y papel
de china, aseguradas a un palo largo de donde se llevaban asidas, dichas
estrellas, dentro de su estructura llevaban una veladora prendida, así, parecían
ir en el cielo, tras los peregrinos, íbamos todos cantando de casa en casa a admirar los nacimientos de la tía Adelina,
de doña Clara Aguilar, de doña Ada Ríos, de doña Virginia Bustos y de otros domicilios
que visitábamos en espera de recibir y degustar los aguinaldos que ahí se
repartían.
Esperar con ansias la llegada del día 8 de mayo que era (y aún sigue
siendo) la fiesta mayor de mi pueblo, la fiesta del Santo Patrón, San
miguelito; para saborear los ricos dulces que eran elaborados en Ometepec, ó
las ciruelas hervidas que bajaban de Cuanacaxtitlán, las manzanas que llevaban
“los vallistas” de Oaxaca; así como para ver y disfrutar de la danza de “La Conquista ”, “Los
Diablos” que paradójicamente suelen acompañar las procesiones de la Virgen de Guadalupe en el
mes de diciembre, ó en la mencionada fiesta de San Miguel, como si por esas
fechas, la diabla y los diablos se acordaran de rendir honores y tributo a quien
para ellos y para nosotros, sigue siendo el Creador Supremo, fiestas donde se
confunden los cantos y alabanzas al Señor, con los pregones de los vendedores
de diferentes mercancías que se expenden en una feria, y los sones como la
marcha de “la conquista”, de los Vaqueros y el toro de petate, el son de los
diablos interpretados por un solitario violinista, el cual era acompañado por
el sonido de una quijada de burro que en manos de la diabla hacía las veces de
“guiro” y no faltando el lúgubre sonido del “bote” del diablo, quien al ritmo
del son, toca contrapunteando con una espuela, al mismo tiempo avanza bailando
frenético, moviendo su larga trenza de blanco ixtle que le cuelga y arrastra
por el suelo, seguido de su infernal séquito vestidos todos de negro, cubiertos
con sus espantosas máscaras y sus pañuelos colorados atados a los brazos, los
cuales agitan y sacuden durante las evoluciones del baile, y de cuando en cuando
gritan al unísono ¡¡ROOOO!! Como para
rematar su endiablada danza. Para ti mis recuerdos Azoyú, ¡tradiciones y
cultura pura!.
Era una hermosa tarde de este mes de marzo, llegaron también a mi mente
los recuerdos de mi padre y sus amigos de la bohemia, en ese instante recordé a
Indalecio Ramírez, quien el pasado 19 de febrero, cumplió años; regresando a
casa tomé el teléfono y le llamé, le felicité por su cumpleaños disculpándome
por hacerlo de manera extemporánea; -no te preocupes-. Me dijo, -nunca es tarde
para cuando alguien se acuerda de uno, al contrario, te agradezco el gesto y
aprovecho para pedirte un favor-, el que quieras, le dije, -quiero que vayas
con mi madrina Enedina, (en Marquelia) y le digas que siento mucho el deceso de
mi padrino David Bautista, los llevo en mi mente y en el corazón, que forman
parte de mi vida. Además salúdame a todos mis paisanos y amigos de la Costa Chica , tú sabes que estoy
convaleciente y no puedo trasladarme hacia mi patria chica-. Platicamos de
otras cosas y después, nos despedimos.
El primero de sus encargos lo he cumplido, y para cumplir con el segundo,
utilizo este espacio de “La Costa Brava ”.
En estas breves líneas quiero decirles que el “indio taciturno” y sentimental,
añora los acontecimientos pasados y está pendiente de lo que ocurre en Igualapa
(su tierra), y de los pueblos de nuestra Costa Chica.
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