miércoles, 6 de noviembre de 2019

AÑORANZAS


“AÑORANZAS”
ISAIAS LÓPEZ ABUNDIS

   En días pasados acudimos, mi esposa y yo., a la playa “las peñitas” precisamente frente a la casa de Meño Panchí, la cual se encuentra a orillas de la playa, a contemplar la puesta del sol. ¡qué de emociones se removieron en mi interior! Decía el tío David Bautista que cuando uno es niño, desea crecer para explorar, conocer ó vivir situaciones prohibidas o propias de la gente adulta, como por ejemplo: ver una película de terror, tomar un vaso de “chicha”, jugar en el salón de billar del pueblo, tocar la guitarra, y muchas otras cosas.
Hoy quisiera uno volver a vivir esa etapa tan bonita que de niño se vive, sin preocupaciones ni prejuicios; acudir al arroyo Chuchapa en compañía de los amiguitos a chapotear, participar en las procesiones que se hacían en honor de Cristo Rey; hileras de niños con sus ensartas de flores de Cacaloxóchitl y/ó cempoalxóchitl, cantar las misas en latín (cantos aprendidos de memoria) en compañía de mi padre y de mi hermano Rodrigo; participar en la kermess, que las catequistas religiosas realizaban para recaudar fondos para la iglesia del pueblo, kermess que casi siempre eran amenizada por la orquesta del pueblo ó disfrutar de los buñuelos y torrejas acompañadas con su respectiva miel de panela que se vendían en la plazoleta del centro de mi pueblo, de mi pueblo Azoyú, donde la tradición se mama. Ahí en la época navideña; se formaba un círculo de puestos de vendedoras alumbradas con hachones de rajas de resinoso y aromático árbol de ocote, (a finales de los años 50, no había energía eléctrica), mientras los pastorcillos nos arengaban con su canto “vamos pastores vamos”, a seguirlos y/o a cargar las estrellas elegantemente elaboradas con varas y papel de china, aseguradas a un palo largo de donde se llevaban asidas, dichas estrellas, dentro de su estructura llevaban una veladora prendida, así, parecían ir en el cielo, tras los peregrinos, íbamos todos cantando de casa en casa  a admirar los nacimientos de la tía Adelina, de doña Clara Aguilar, de doña Ada Ríos, de doña Virginia Bustos y de otros domicilios que visitábamos en espera de recibir y degustar los aguinaldos que ahí se repartían.
Esperar con ansias la llegada del día 8 de mayo que era (y aún sigue siendo) la fiesta mayor de mi pueblo, la fiesta del Santo Patrón, San miguelito; para saborear los ricos dulces que eran elaborados en Ometepec, ó las ciruelas hervidas que bajaban de Cuanacaxtitlán, las manzanas que llevaban “los vallistas” de Oaxaca; así como para ver y disfrutar de la danza de “La Conquista”, “Los Diablos” que paradójicamente suelen acompañar las procesiones de la Virgen de Guadalupe en el mes de diciembre, ó en la mencionada fiesta de San Miguel, como si por esas fechas, la diabla y los diablos se acordaran de rendir honores y tributo a quien para ellos y para nosotros, sigue siendo el Creador Supremo, fiestas donde se confunden los cantos y alabanzas al Señor, con los pregones de los vendedores de diferentes mercancías que se expenden en una feria, y los sones como la marcha de “la conquista”, de los Vaqueros y el toro de petate, el son de los diablos interpretados por un solitario violinista, el cual era acompañado por el sonido de una quijada de burro que en manos de la diabla hacía las veces de “guiro” y no faltando el lúgubre sonido del “bote” del diablo, quien al ritmo del son, toca contrapunteando con una espuela, al mismo tiempo avanza bailando frenético, moviendo su larga trenza de blanco ixtle que le cuelga y arrastra por el suelo, seguido de su infernal séquito vestidos todos de negro, cubiertos con sus espantosas máscaras y sus pañuelos colorados atados a los brazos, los cuales agitan y sacuden durante las evoluciones del baile, y de cuando en cuando gritan al unísono ¡¡ROOOO!!  Como para rematar su endiablada danza. Para ti mis recuerdos Azoyú, ¡tradiciones y cultura pura!.
Era una hermosa tarde de este mes de marzo, llegaron también a mi mente los recuerdos de mi padre y sus amigos de la bohemia, en ese instante recordé a Indalecio Ramírez, quien el pasado 19 de febrero, cumplió años; regresando a casa tomé el teléfono y le llamé, le felicité por su cumpleaños disculpándome por hacerlo de manera extemporánea; -no te preocupes-. Me dijo, -nunca es tarde para cuando alguien se acuerda de uno, al contrario, te agradezco el gesto y aprovecho para pedirte un favor-, el que quieras, le dije, -quiero que vayas con mi madrina Enedina, (en Marquelia) y le digas que siento mucho el deceso de mi padrino David Bautista, los llevo en mi mente y en el corazón, que forman parte de mi vida. Además salúdame a todos mis paisanos y amigos de la Costa Chica, tú sabes que estoy convaleciente y no puedo trasladarme hacia mi patria chica-. Platicamos de otras cosas y después, nos despedimos.
El primero de sus encargos lo he cumplido, y para cumplir con el segundo, utilizo este espacio de “La Costa Brava”. En estas breves líneas quiero decirles que el “indio taciturno” y sentimental, añora los acontecimientos pasados y está pendiente de lo que ocurre en Igualapa (su tierra), y de los pueblos de nuestra Costa Chica.

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