TODOS SANTOS:
FIESTA DE VIVOS Y MUERTOS.
Investigación, compilación y aportación:
Isaías López
Abundis.
GUERRERO,
MEXICO
Las
tradiciones, las costumbres y la cultura en general, dan una identidad propia a
los pueblos del mundo. Las tradiciones son también, un legado de nuestros
antecesores, las mismas que se mantienen vivas a través de los siglos
transcurridos; festejos, ceremonias, ritos, que como diría Octavio Paz; “afinan y despiertan nuestra imaginación y
nuestra sensibilidad”. –cuando señala
respecto a las fiestas tradicionales de México- “En
pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las
grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros
y sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable
cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden y consumen esos días en plazas y mercados”.
Lo importante
es que a través de la práctica se preservan y se traen al presente, para
recordar la esencia mística de nuestros
antepasados, su religiosidad, su fortaleza, sus temores, sus alegrías.
La mitología
Mexica
En la
mitología Mexica; Mictlán (del náhuatl mic- “muerte” y tlan-“lugar de”) era el
nivel inferior en la tierra de los muertos, se dice que los guerreros que
morían en el campo de batalla y las mujeres que morían en el parto, no iban al
Mictlán después de la muerte, sino que iban a Tonatiuhichan (la casa del sol);
los muertos por agua iban al Tlalocan y los pequeños que fallecían antes de
nacer regresaban al chichihuacaulco (lugar del árbol amamantador).
Por su parte, los que morían de muerte común iban al
Mictlán, que era el último de los nueve niveles del inframundo ubicado al norte
y tierra de descanso eterno; el cual estaba gobernado por Mictlantecuhtli y su
señora Mictlancíhuatl quienes se encargaban de recibirlos.
Para
lograr el descanso eterno, los muertos debían hacer un duro recorrido por ocho
niveles del Mictlán; al cabo de cuatro duros años de retos y ayudados por Xolotl (dios del relámpago
y los espíritus), los muertos llegaban al Chicunamictlan,
que era el noveno y último nivel donde alcanzaban la liberación de su tonali (alma). Los nueve
niveles del Mictlán eran los siguientes:
- En el Apanohuaia o Izcuintlan había un río que sólo podía cruzarse con la ayuda del perro Xolotl,
- El Tepectli Monamictlan era el lugar donde los cerros chocaban entre sí.
- Iztepetl, o cerro de navajas
- Izteecayan o lugar en el que sopla el viento de navajas
- El Paniecatacoyan era una zona desértica y fría, ubicada al pie del Izteecayan,
- El Timiminaloayan era un sendero con manos invisibles que acribillaban a los pasantes con sus puntiagudas saetas
- En el Teocoyocualloa había una fiera que se comía el corazón de la persona y después ésta caía en un lago donde un caimán lo perseguía
- El Izmictlan Apochcalolca o el camino de la niebla que enceguece era un lugar con nueve ríos que la persona debía cruzar.
- Por último, el_Chicunamictla_, como ya lo mencionamos, era el lugar de descanso eterno donde se liberaba el tonal
En
el México prehispánico varias eran las culturas que acostumbraban honrar a los
muertos, entre éstas destacan los mexicas, mayas, purépechas y totonacos. Los
mexicas, por ejemplo, honraban a los muertos “chiquitos” en el Miccailhuitontli
durante el mes conocido como Tlaxochimaco, aproximadamente el 16 de julio; por
su parte, el Ueymicailhuitl era la celebración de los muertos grandes que tenía
lugar aproximadamente el 5 de agosto y se caracterizaba por sacrificios de
personas.
Antes
de la conquista, los pueblos originarios rendían culto a los antepasados en
agosto, fecha que coincidía con la cosecha del maíz, del frijol, de las
calabazas y otros productos del campo, los Frailes que llegaron con los
españoles trasladaron la fecha para empatarla con el día de Todos Santos y
Fieles Difuntos del calendario Cristiano (1 y 2 de noviembre respectivamente),
con ello nació una de las tradiciones más ricas y con más arraigo en nuestro
país.
La Fiesta de Todos Santos: fiesta de
vivos y muertos.
Actualmente
los días de Todos Santos son días de convivencia familiar; de viajar a los
lugares de origen para visitar la tumba del ser querido, de sepulcros pulcros,
bañados con agua de cal; de panteones mustios a punto de estrenar vestido; días
de flores multicolores, de ceras, de inciensos, de oraciones, de llantos, de
risas, de música; día en que los pequeños niños aunque no alcancen a comprender
el significado de esta tradición, gustosos disfrutan y se “empanzonan” con arroz con leche, cañas, conservas de
calabazas, papayas, tejocotes, etc.
Recuerdo
a aquellos niños que después de que su padre falleciera meses atrás, y su madre
fuera sepultada en ese día, inconscientemente comentaban; “murió papá, comimo
pochole; murió mamá, comimo pochole, ¿verdá manito?”; -al cabo dicen que las
penas, con pan, son menos-.
Mientras
los difuntos llegan, los integrantes de la familia degustan los tamales de
carne, el mole de gallina ó de totole con tamales nejos, ó el enchirmolado de “cuche”
con memelas de maíz nuevo. La comida es muy importante, ya que representa la
comunión, la generosidad, el compartir con los que ya han partido a otro plano.
Las
flores también no pueden faltar, especialmente la de Cempasúchil, llamada “flor
de muerto” que despicada, con su brillo, color y aroma, muestra el camino a las
almas hacia el hogar donde un día moraron y que en estas fechas son los
invitados de honor; también la flor de olote y la amapola engalanan las tumbas
y los altares; hay que decir que existe una gran variedad de flores de acuerdo
al estado ó Región, con las que se reciben a los viajeros provenientes de
Mictlán.
La cera
es otro elemento que no puede faltar; en años pasados, por las noches, se
colocaban velas en lo alto de los árboles y se prendían para guiar a las almas
que viajaban en la oscuridad hacia sus respectivas casas.
Existen
otros elementos que acompañan a vivos y muertos en su imaginario encuentro,
como la música ó cantos y alabanzas, el incienso y el copal que dan un ambiente
de santificación y purificación; los que en otra ocasión mencionara como la
flor de bocote ó Cueramo que viste la campiña en estas fechas, el grillo que
con afán trata de alejar a la muerte, y el cuco prieto que orada las paredes de
las casa de adobe y de “Jaulilla”.
A
flor de tierra, con algunas variantes podemos encontrar en nuestra cultura
actual, el culto, los rasgos distintivos de religión y magia de nuestros
antepasados; está latente el recuerdo de la peregrinación de las almas de los muertos que cruzan el río
Jordán, guiados por un perrito bermejo; como antaño cruzaran, para llegar a la
mansión de Mictlantecuhtli. Algunos elementos genuinos de aquella tradición
azteca tales como: la flor de Cempasúchitl y frutos que la tierra brinda como el
maíz, el arroz, el frijol, la calabaza, subsisten o perduran y acompañan a los
mexicanos en esta extraordinaria celebración.
En
actitud de súplica y valiéndonos de las plegarias pedimos por aquellos seres
queridos que se nos adelantaron en el camino, con la promesa que volveremos a
reencontrarnos un cierto día.
Dejo
para Ustedes amables lectores, fragmentos de un poema de Raúl Leiva, publicado
en 1946, en la revista “Letras Mexicanas”
“DIOSA
DE LA MUERTE”
Desde
viejas raíces milenarias/ tu voz, tu aliento rudo, tu mirada/ nos socava en el
sueño, nos enlaza/ a tu tiempo de muerte y rebeldía/ nutrida de la tierra/ y en
su sabor intenso fascinada. Coatlicue terrenal/ mi mundo es éste, de piedra
congelada, de sangre que florece/ de muerte, quieta muerte detenida/ caminas en
lo duro que sostiene tu trono ensimismada. Amapola del horror, ángel perdido/
diosa de lo terrible y de la muerte,/ sobre la tierra sueñas y dominas/ nada
apaga tu fiera omnipotencia/ señora de lo oscuro y lo ignorado.
les comparto el siguiente link con derechos reservados al autor:
http://www.youtube.com/watch?v=33Gcl5mX7r4
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http://www.youtube.com/watch?v=33Gcl5mX7r4
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