Un texto del año 2011.
UN ADIOS A DON HIGINIO.
Isaías López Abundis.
¡ah!... es tu chilena, nostalgia pura; va retozando en monte y llanura/
de Nomeolvides, tu barca llena; vas repartiendo sin amarguras…!
No puede uno permanecer impasible e indiferente
ante el dolor ajeno ó ante la pérdida de un valioso ser humano.
Cuando el próximo pasado día 2 de
noviembre me enteré de la muerte de Don Higinio Peláez Ramos, supe que la Costa Chica de Guerrero y de
Oaxaca; que el pueblo entero, habíamos perdido a un gran artista, a un gran bohemio;
a un defensor y difusor de la chilena, compositor y promotor cultural. No puedo
decir que fuimos íntimos amigos, pero sí que compartíamos el mismo gusto por la
música y la bohemia, la última vez que le vi personalmente fue en un homenaje
que se realizó en honor del fallecido y mutuo amigo Tarcisio Estrada Bautista,
en Azoyú Guerrero, el día 15 de noviembre de 2008; programa donde participaron
otros artistas como: América del Río; Froilán; Leonardo Guillén; El Mariachi
Azoyú; don Joaquín Alvarez Añorve; Los Bohemios de Ometepec y Ramiro Aparicio,
entre otros. Al final de dicho programa nos quedamos acompañando en la bohemia
a mi compadre Ramón Estrada Bautista, (hermano de Chicho) ahí don Higinio y su
fiel compañera y esposa, doña Fidela; se prodigaron interpretando para los
presentes, lo mejor de su repertorio musical, el tiempo se fugó en caballo
alado; nos sorprendieron los minutos de un nuevo día disfrutando de sus bien
afinadas y acopladas voces.
Don Higinio, siempre ponía énfasis
sobre la importancia de la música, haciendo llamados a las autoridades de los
diferentes municipios para que apoyaran a los iniciados en el arte musical,
pues decía que “La música es un lazo de convivencia y sensibilizador de la
humanidad”. Puso a la disposición su número telefónico, su talento y su persona para apoyar en programas
culturales, así como para dar talleres de guitarra a quienes se interesaran en
aprender de él. Su llamado quedó en el aire; así como su figura, su pensamiento.
Su obra y/o sus canciones estarán presentes en el ambiente musical de la Costa Chica; de los
estados de Guerrero y de Oaxaca y más allá de nuestras fronteras. Mi más
sentido pésame a su esposa Doña Fidela Vera, a sus hijos y familiares.
Con la letra del último verso y
estribillo de su chilena “Azoyú” que le escribiera a mi tierra, despedimos a
don Higinio Peláez Ramos, enviándole un prometedor… hasta luego!
“llegó el momento inclemente/de tu
suelo me retiro/ pero de donde me encuentre/ te mandaré mis suspiros”
“Son tus mujeres un rosal en flor/
todos tus hombres de gran corazón;/ por eso noble Azoyú aquí te doy/ como un
recuerdo mi alegre canción…Adiooos!”
Y como se me ha hecho costumbre;
comparto con ustedes un bonito poema de un autor que de momento no recuerdo el
nombre, el cual es una crónica de una triste despedida, y que encierra una
interrogante que jamás será despejada:
A DONDE VAN LOS MUERTOS.
Cerraron sus ojos que aún tenía abiertos,/ taparon
su cara con un blanco lienzo,/ y unos
sollozando, otros en silencio,/ de la triste alcoba todos se salieron./ La luz que en un vaso,
ardía en el suelo,/ al muro arrojaba la
sombra del lecho,/ y entre aquella sombra
veíase a intervalos/ dibujarse rígida
la forma del cuerpo./ Despertaba el día
y a su albor primero/ con sus mil ruidos
despertaba el pueblo./ Ante aquel contraste de vida y misterio,/ de luz
y tinieblas, yo pensé un momento:/ ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!/
De la casa, en hombros, lleváronle al
templo,/ y en una capilla dejaron el
féretro./ Allí rodearon sus pálidos
restos/ de amarillas velas y de paños
negros./ Al dar de las Ánimas, el toque postrero,/ acabó una vieja, sus últimos
rezos,/ cruzó la ancha nave, las puertas
gimieron/ y el santo recinto quedóse desierto./ De un reloj se oía compasado el péndulo/ y de algunos
cirios el chisporroteo./ Tan medroso y
triste, tan oscuro y yerto/ todo se
encontraba que pensé un momento:/ ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!/ De
la alta campana, la lengua de hierro/ le dio volteando su adiós lastimero./ El
luto en las ropas, amigos y deudos/ cruzaron en fila formando el cortejo./ Del
último asilo, oscuro y estrecho,/ abrió la piqueta el nicho a un extremo;/ allí
le acostaron, tapiáronle luego,/ y con un saludo despidióse el duelo./ La
piqueta al hombro el sepulturero,/ cantando
entre dientes, se perdió a lo lejos./ La noche se entraba, el sol se había
puesto:/ perdido en las sombras yo pensé un momento:/ ¡Dios mío, que solos se
quedan los muertos! En las largas noches, del helado invierno,/ cuando las
maderas crujir hace el viento/ y azota los vidrios el fuerte aguacero,/ de su
pobre esposa, a veces me acuerdo./ Allí cae la lluvia con un son eterno;/ allí
la combate el soplo del cierzo./ Del húmedo muro tendido en el hueco,/ ¡acaso
de frío se hielan los huesos...!/ ¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al
cielo?/ No sé; pero hay algo que explicar no puedo,/ algo que estremece aunque
es fuerza hacerlo,/ el dejar tan tristes, tan solos los muertos/”
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