DON VIDAL, E INDALECIO RAMÍREZ: SU PASO POR AZOYU
ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS
Don Vidal Ramírez Guillén, nació en Ometepec, e Indalecio Ramírez Rodríguez (su hijo) nació en Igualapa, algo de lo que aquí escribo de ellos me lo contaron algunas personas y mi padre, que vivieron aquella época; y otras, son vivencias que recuerdo:
A principios de los años 40, Don Vidal Ramírez, empezó a visitar al pueblo de Azoyù siguiendo a sus amigos, Don Melquíades Bautista Huerta y sus hijos, los hermanos Manuel, Humberto, Medardo, Melquíades Jr., y David, de apellidos Bautista Priego; así como con Don Gabriel Estrada Herrera, esposo de Doña Adelina Bautista Priego, con quienes compartía el gusto por la música, el discurso, la composición y la bohemia. Don Vidal, alternaba sus noches de farra y serenatas (tocaba magistralmente la guitarra) con sus días de trabajo desempeñando el oficio de albañil, (construyó varias casas de adobe ahí en azoyù). Don Vidal (al igual que su hijo Indalecio) tenía un gran ingenio y un humor chispeante y oportuno, las letras de sus canciones lo demuestran, por ejemplo, en su chilena “La Consejera ” dice, /Amores y dinero, quitan el sueño, yo como nada tengo, lo bien que duermo/.
En el año de 1944, mi padre llegó a Azoyù, procedente de un pueblito del Municipio de Ometepec, que se llama Acatepec, Gro, con 20 años de edad, trompetista consumado a pesar de su juventud, fue contratado por Medardo Bautista Priego, para ensayar la primera “puesta” de la danza de “la Conquista ”, danza que causó expectación y agrado entre los Azoyutecos, después de terminado su contrato, se quedó a trabajar, invitado por Don Melquíades Bautista Padre, para que se integrara a la Orquesta que él había formado, ahí fue donde conoció a Don Vidal Ramírez. En el año 1948, mi padre se casó con mi madre. Por esos años, Don Vidal lo invitó a trabajar con él la albañilería, oficio que le dejó como una herencia que después nos transmitió a nosotros, sus hijos. Tengo el orgullo de decir que Don Vidal convivió con mi familia cuando con mis hermanos éramos unos niños, ya que mi madre le asistió en varias ocasiones con la comida y el lavado de su ropa, a él y a Indalecio.
Indalecio Ramírez, empezó a ir a Azoyù, siguiendo a su padre, Don Vidal, decía mi papá que ya le ayudaba en la albañilería, oficio que dominaba a la perfección, se hizo amigo de los amigos de su padre, los Bautista y de sus hijos, quienes eran también músicos. En el año de 1957 ó 58, Indalecio inició (junto con mi papá) la construcción en Azoyù, de la primera casa ( de dos pisos) hecha de material industrializado, es decir, de cemento, cal, varilla; y material regional, piedra y tabiques, como no había manera de acercar grava de río, los niños del pueblo partíamos piedra a punta de “marro” y Don Melquíades Bautista Jr. (quien era el dueño de dicha obra) nos pagaba a $.20 centavos la “lata” ò medida de 20 litros , de esa camada de niños, recuerdo con cariño a los hermanos Mayo Patricio, quienes eran conocidos en el pueblo como “los tinguiliches”.(porque eran morenos y eran muchos).
Pues bien, Indalecio Ramírez, terminada su jornada de trabajo, se reunía con amigos a cantar y a libar el néctar de un buen vino, entre los más cercanos recuerdo a mi padrino Gabriel Estrada Bautista “Vito”, a Ildemaro “El Pachole”, a mi padre Isaías Lòpez, a Pancho Castellanos ò “Pancho Tambora” (era el baterista de la orquesta), a Juan Manuel Gòmez, un “Chilango” guitarrista y voz de tenor, que en el año de 1950 vino de visita, lo trajo Don David Bautista a la boda de su hermano Mario Bautista, y después se quedó en Azoyù; a Don Ramón Estrada Herrera (también guitarrista), a Boanerges Espinoza, a “Minche” Lozano, y otros que escapan a la memoria. Se reunían a veces en el corredor de la casa de Don Efraín Rodríguez Javier, y de ahí a donde nosotros vivíamos había escasos 10 ó 15 metros (las casas colindaban) así es como le escuché a Indalecio, interpretar canciones como “El Andariego” y “Eso” de Alvaro Carrillo, y una canción que hasta la fecha se escucha en Azoyù y es “Cinco Centavitos”, también “Guerrero es una cajita” y su canción “Una Limosna” la cual se convertiría en su primer éxito en voz del desaparecido Gabriel Ciria Levario (Javier Solìs), desde entonces, me convertí en un admirador del Talento y carisma de Indalecio Ramírez, “El Indio de Igualapa” y a quien el también compositor Martín Urieta llamara “El Indio taciturno”.
Algo que agravó en Indalecio su gusto por la bebida, según la apreciación de mi padre, fue el fracaso en su primer matrimonio, y nos decía que posiblemente de ahí nacieron sus primeras composiciones.
He aquí una anécdota que me contó mi papá: Don Melquíades Bautista Padre, estimaba mucho a Don Vidal y a Indalecio lo quería como a uno más de sus hijos, por eso le preocupaba que tomara tanto y siempre estaba atento a èl. En una ocasión le fueron a decir a Don Melquíades –oiga Don Melquia, Indalecio ya está tomando allá donde “Tìa Laya”- (Tìa Laya Priego, una señora que vendía bebidas “curadas” de nanche, de naranja y otros sabores), -caray, dijo don Melquíades ¿y con quién está?- pues, con “Pancho tambora” y otros dos-. Decidió Don Melquíades darle una lección a los muchachos y fue a hablar con el comandante de la policía y le dijo que detuviera a los que estaban bebiendo donde “Tìa Laya” luego que los pusiera a barrer una calle del centro de Azoyù, luego que los llevara a almorzar, que él pagaría la comida, y finalmente que los soltara conminándolos a que ya no siguieran tomando, el comandante se le “cuadró” a Don Melquíades y ni tardo ni perezoso cumplió la encomienda al pie de la letra, los detuvo, los puso a barrer la calle principal, la cual estaba “empedrada” luego los llevó a almorzar y finalmente les dijo,-ahora sì muchachos, ya se pueden retirar y no los quiero ver tomando otra vez.- entonces, que se para Indalecio y le dice.- no señor, ¡ahora va por mi cuenta!, mejores calles he barrido no ..nches empedrados, ¡vamos muchachos, a seguir barriendo!
Luego, por esa época, se le ocurrió comprar un burro para enseñarle a montar a sus hijos y/o pasearlos por las calles del pueblo, el problema era que tenía que llevarlo desde azoyù hasta su pueblo natal,-y así lo hizo- un buen día tomó el camino real que comunicaba a Azoyù con Igualapa y por donde caminaban los peregrinos que cada año visitaban el santuario del Señor del Perdón, caminó sin problemas hasta llegar al río, por el “Paso del Chalán” pero empezando a subir la cuesta, el burro se empezó a “atrancar” al llegar a la cumbre el burro ya no pudo más, ni a jalones, ni a empujones, ni por favor, ni por la promesa de un manojo de “zacate” tierno al llegar, el burro ya no caminó. Enojado Indalecio le quitó el mecate del pescuezo y ahí lo dejó, no sin antes expresar ò proferir la siguiente maldición, ¡burro desdichado, no has de encontrar un pedacito de tierra donde caer muerto! Así, pasó el tiempo; tres o cuatro meses después volvió a pasar por el mismo lugar -“ayòn”, por aquí quedó mi burro- dijo- se adentró por el monte y cual sería su sorpresa ¡ahí estaba el esqueleto cubierto por jirones de cuero de aquel burro! ¡murió parado, recargado del tronco de un viejo huizache! se cumplió la sentencia de Indalecio, aquel pobre burro no tuvo un pedacito de tierra para caer muerto.
Poco a poco Indalecio fue espaciando sus visitas a Azoyù.(pero no deja de ir) Tiempo después supimos que Alvaro Carrillo (quien también visitaba Azoyù y a los Bautista) impulsó la carrera de compositor de Indalecio imponiéndole como condición, el que dejara de tomar, primero un año, después otro y otro, así; hoy, Indalecio es un hombre sobrio, sabio, que supo capitalizar sus experiencias, fracasos y vivencias y las vació en las letras de sus canciones que saben llegarle al pueblo, sus obras son grabadas por grandes cantantes nacionales y han trascendido las fronteras de México. La de Indalecio, es una historia que nos sirve de ejemplo, ejemplo de superación y fortaleza de espíritu, de cómo un hombre puede caer en las garras del vicio y como se debe luchar para levantarse. Admiro de Indalecio el hecho de que jamás ha renegado de sus raíces indígenas, periódica y religiosamente visita su tierra natal, Igualapa. Pero lo que más admiro de él, es la forma de escribir la letra y música de sus canciones ya que cuenta con una mediana preparación académica, sin embargo, el como usa la metáfora nos muestra su universo interno y grandeza como ser humano, al artista nato que lleva dentro. Su vida bohemia le hizo aflorar el talento y el romanticismo. Hoy por hoy, junto con Joan Sebastián y Juan Gabriel, Indalecio Ramírez es uno de los compositores más prolíficos, más grabados y cotizados de México, y para nuestro orgullo es... “El Indio de Igualapa”, de esta hermosa región de la Costa Chica de Guerrero.
Le pedí a Indalecio (vía telefónica) que me permitiera escribir parte de la historia de su estancia y paso por Azoyù, recibiendo su amable aprobación. ¡Gracias, y...Felicidades Indalecio!¡que Dios te bendiga! por cierto: un saludo cordial para él y para su esposa hasta el estado de Chiapas donde se encuentran vacacionando.
Por el mensaje y sentimiento que encierra, una de sus canciones que más me gusta es la siguiente:
“NO ME GUARDES LUTO” AUTOR: INDALECIO RAMÍREZ
Quiero que tus manos que a diario acaricio// me cierren los ojos el día que yo muera// para que tu misma ya viéndome enfermo// creas que solo duermo como antes lo hiciera// quiero que me lleves en lugar de flores// un ramo de besos que cubra mi frente// y en vez de oraciones que decir no puedas// dime que se queda mi amor en tu mente.
No quiero que llores al verme tendido// porque mi silencio se interrumpirá// es mejor que pienses que sigo dormido// y que tus sollozos me despertaran// luego al enterrarme seguirás vistiendo// el color que en vida para mi lucieras// no me guardes luto, lo negro es muy triste// de rosa te vistes el día que yo muera.
¡hasta la próxima!
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