sábado, 27 de octubre de 2012


UN SUEÑO DE AMOR


Autor: Isaías López Abundis

 

Aquel día parecía ser como otro día cualquiera, transcurría todo muy normal, me asomé por la ventana de mi casa, el sol se derramaba por sobre los tejados de las casas, y los perros corrían hacia el arroyo en busca de agua, siguiendo el andar de las mujeres del pueblo. Sin embargo, algo estaba por suceder.

Al pie de aquel grande y frondoso árbol de parota, que estaba plantado casi frente a mi casa y a orillas del río que bordeaba a mi pueblo; ese buen árbol a quien no le importa brindarle su sombra a quien se le arrime; ahí se encontraba  una  joven  hermosa  de  piel  blanca,  de  ojos  grandes y claros como la miel, su  cabello largo y dorado como los rayos del sol. Yo salí de la casa con la intención de hablarle; pero conforme avanzaba, mis ánimos decaían,  al ver como todo lo hermoso que tenía esa joven, no mayor de dieciocho años, contrastaba con la gran tristeza que reflejaban sus ojos; muy seria y con la vista perdida, parecía  que  le platicaba  sus penas a aquel árbol que no tenía más remedio que escucharle. Ella me ignoró y yo sin hablarle, me regresé a l interior de la casa y la seguí observando por la ventana; vi como se alejaba cabizbaja, como si quisiera encontrar en el suelo las respuestas a todas sus interrogantes ó dudas; al día siguiente, a la misma hora, volví a mirarla, estaba en el mismo lugar, sentada sobre las raíces de aquel  enorme árbol.

Pasaron los días, se acabaron  las  vacaciones  y todos  los  “chavos”  teníamos  que  regresar  de nuevo  a  clases, aparentemente todo volvía a la normalidad.

Un lunes  por  la  mañana  salí  camino  a la  escuela, iba  apenas a  una  cuadra  de  mi  casa  cuando  a lo  lejos  miré  a la  enigmática joven  con  unos  libros  bajo  el  brazo;  caminé  hasta  llegar  muy  cerca  de  ella,  intenté  hablarle pero tuve miedo de asustarla;  la seguí como  una sombra, como un ángel  guardián.  Grande  fue  mi  impresión  al  ver  que aquella bella chica entraba  a las  instalaciones  del plantel; de mi querida escuela donde yo estudiaba el Bachillerato. Al verla,  mis  compañeros  se  quedaron admirados,  atónitos  y al  mismo  tiempo  me  decían  vulgarmente:  -preséntala  “wei”, “chale carnal”, está “chida” parece artista de cine, ¿donde la encontraste?-  ella  haciendo  caso  omiso  a  sus  piropos y a la algarabía que provocaba siguió  caminando,  todos  estábamos  muy  alegres  de  haber  regresado  de nuevo  a  clases,  de  saber  que  era  el  ultimo  año  que pasaríamos juntos y  que  pronto  deberíamos cursar una carrera en la Universidad.

Entramos  al  salón  de  clases,  todos  estábamos platicando de nuestras aventuras, de lo que vivimos en el período de   vacaciones. cuando de pronto vimos  entrar a la maestra  con  aquella  joven con cara de niña; mi corazón dio un vuelco  cuando  escuché  a  la  maestra  que  presentaba  a la  nueva  compañera  de nombre: Yuridia  Olmedo Franco,  todos  le  brindamos  un  aplauso  de  bienvenida; luego en coro  le  pedimos que hablara para saber cual era su impresión sobre su nueva escuela, yo estuve observándola fijamente, casi sin parpadear, era notorio su nerviosismo  porque  trataba de esquivar o esconder su mirada.

Su voz sonó como un melodioso susurro, me sonó como el canto del arroyo que baja de la montaña, sólo recuerdo que dijo que le daba gusto entrar a nuestra escuela, que le parecía muy bonita, después ya no supe que fue lo que dijo, estaba yo embobado con su imagen, con su bello y melancólico rostro; me dio la impresión de que era una chica muy sensible y muy inteligente. Por mi parte, yo me considero un chico sensato, romántico, amistoso, de buenas costumbres y sobre todo, respetuoso,  de pronto, me sentí feliz de saber que muy pronto podría  llevarme  muy  bien  con  ella, de cargarle sus libros, de invitarle un refresco, en fin…¡tantas cosas!

Al oír  tocar  el  timbre  de  salida,  guardé todos mis  libros y caminé hacia donde se encontraba con  el firme propósito de entablar con ella una sincera amistad, si embargo, al llegar donde estaba platicando con una compañera, mi imagen se reflejó en un vidrio del ventanal que estaba a sus espaldas, y me hizo recordar el color de mi piel morena. se me fue la voz, mi boca se negaba a expresar palabra alguna, di un sesgo y me dirigí hacia otro lugar, ¡estúpido!, me dije a mí mismo. Siempre era igual, el psicólogo de la escuela me decía que yo tenía un fuerte complejo de inferioridad que debía superar, ya que todos, (me decía) somos iguales. Pero eso para mí, era muy difícil de superar.

Pasaban los días, el fin de cursos estaba cerca, todos se preparaban y planeaban para la  graduación; en clases, yo  seguía pensando  en Yuridia, en invitarla a cenar y a bailar en la  noche, juntos los dos bajo el manto azul de donde penden las estrellas  y  la  luna;  sin  duda  seria  una  velada  bellísima.

Los días pasaron muy rápido, remolcados por el vagón del tiempo… ¡Al fin!  La fecha tan esperada llegó,  todos  estábamos  felices  en  especial  yo;  todos estábamos sentados a un costado de la mesa de honor, vestidos de gala, era el último día que pasaríamos lista en nuestra escuela, la cual estaba alegremente adornada para despedirnos, me sentía entre alegre, ansioso, triste, nostálgico, una mezcla de todos estos sentimientos inundaba mi ser, sin embargo, no dejaba de sonreír;

con la mirada busqué a Yuridia, al mirar hacia atrás, en la siguiente fila...¡ahí estaba, radiante! Bella como ninguna,  apenas iba a decirle algo, cuando escuché una voz dulce y  tierna  que  salía  de  su sensual boca: - ¡hola, como estás!-, mi corazón parecía que se me iba a salir del pecho cuando contesté -¡hola!, - ¿Estas  tan  emocionado  como  yo?-, -si  por supuesto- le dije al tiempo que le preguntaba, ¿qué harás después de la ceremonia?, -iré a comer con mis tíos y ...¡ya!,- oye, te invito a salir hoy por la noche a caminar por el parque, que dices ¿aceptas?, -sí, claro, ve por mi a las ocho, ya sabes donde vivo- ¡sí! Entonces, te veo a las ocho.

¡Era increíble! ¡Me dijo que sí!, me moría de la emoción al saber que pasaría por ella en  la noche, en ese momento me olvidé de mis traumas y temores, de mi color, de ¡todo!. Sólo pensaba en ella. Después de la ceremonia, mis padres, mis hermanos y familiares me felicitaron y todos degustamos una rica comida preparada por mi madre, pero yo no me concentraba, mi mente estaba en otro lugar.

Llegué puntualmente a las ocho, cuando la vi salir me di cuenta que era la niña de mis  sueños, la más hermosa de todas las mujeres; con su vestido rojo que le dibujaba su  exquisita figura, la tomé de las manos y caminamos a los lugares más bellos de mi pueblo, pasamos frente a la iglesia, nos sentamos en una de las bancas del pequeño parque, le compré un algodón de azúcar, ella reía con una alegre y cristalina risa, que inundaba mis oídos, después me pidió que la acompañara a recorrer la ribera del río, así llegamos hasta aquel árbol que se encontraba casi frente a mi casa, en donde yo la vi por primera vez, nos sentamos en una de las raíces que sobresalía de la tierra; la vi tan alegre y efusiva, que  ahí,  le  declaré  mi  amor y le pedí que fuera mi novia, ella se me quedó viendo y con un dulce acento en su voz, que no olvidaré jamás, me dijo que sí! Todo estaba perfecto, la sentía bella como la  noche, brillante  como  las estrellas y a nuestro derredor, las luces que llegaban de las casas cercanas, semejaban velas que iluminaban nuestro amor, luces que junto con el viento, jugaban con el cabello  de  mi  amada  Yuridia. No hubo  champaña, el platillo fuerte y el postre de ese día fueron las caricias que nos prodigamos; me confesó que al igual que yo, eran los primeros besos de amor que alguien le daba.

Una música  romántica se escuchó a lo lejos, música de guitarras y una melodiosa voz que decía: “por buena suerte te encontré/ en mi camino/ y desde entonces yo soñé/ que fueras mía, yo tomé sus delicadas y blancas manos que contrastaban con las mías y bailamos tan pegadito que quería incrustarla en mi pecho. Un   dulce y suave beso selló aquella noche nuestro naciente amor.

El viento empezó a soplar muy suavemente, después más fuerte, de pronto empezaron a caer gotas de agua,  parecía que el cielo quisiera participar de nuestra  felicidad; los dos corrimos hacia el caserío y nos refugiamos en el quicio de una puerta que se encontraba cerrada, quedamos los dos muy juntitos, aspiraba yo su perfume y su aliento y no sabía cual era más agradable; entonces ella me dijo, -cuéntame de ti-, -bueno, soy un chico serio, un tanto introvertido, pero me gusta hacer amigos, soy responsable en la escuela y en la casa,  aunque no somos ricos, mis padres me dan todo lo que necesito para estudiar y yo les correspondo poniendo empeño en las labores escolares.

-Ahora tú, dime ¿qué hacías bajo nuestro árbol?-  un velo de tristeza ensombreció sus ojos al tiempo que decía: -hasta hace unos meses, era yo la chica más feliz de la tierra, hija única; mis padres me querían y me cuidaban; con ellos, al igual que tu con tus padres, tenía todo. Pero un triste día, salieron en su auto a una ciudad vecina y en el trayecto los asaltaron, los asaltantes no se conformaron con su dinero, sino que les quitaron también la vida, al no tener más parientes en la ciudad, tuve que venirme a vivir con mis tíos, mi vida cambió por completo, extraño mucho a mis padres. Sólo hasta que te conocí empecé a ver la vida diferente, adiviné que me querías desde el primer día en que nos conocimos, me agradó que respetaras mi dolor, la segunda vez que nos vimos en la escuela y no te atreviste a hablarme; supuse que tú también tenías un problema con tu color de piel y eso me enterneció. Quiero decirte que a mí no me importa el color de la gente, me gustas porque tienes un buen corazón, porque sé que eres responsable y un hijo cariñoso, que al respetar a tus padres demuestras que eres humano y sensible, mis tíos también te tienen en muy buen concepto; por mi parte, he visto como te esfuerzas y tratas de superarte en la escuela. ¡por eso te quiero!-,

Me dejó sin aliento, me había descrito como yo también pienso que soy, me sentí feliz de haberla conocido, de saber que me quería, que me amaba, estaba tan contento que no sentí cuando se desprendió de mis brazos y corrió otra vez hacia el árbol, a media calle me gritaba ¡ven, alcánzame! Cuando de pronto; se oyó un horrible estruendo al mismo tiempo que una luz cegadora   inundaba mis ojos, cuando los abrí, Yuridia estaba tirada a media calle, ¡la había tocado un rayo! Todo mi ser se estremeció, corrí al tiempo que gritaba, ¡Dios mío…no! ¡Yuridia, no! La tomé entre mis brazos, su pelo y su cara presentaban horribles quemaduras, ¡no Yuridia, no me dejes!. Cuando de pronto sentí unos golpes en mis costillas, en mi cara; -despierta Javier, despierta! ¿Qué son esos gritos? 

Otra vez te agarró la pesadilla ¿verdad?, levántate que hoy es el día de la clausura y se te hace tarde. ¡Santo Dios! Todo había sido un sueño, cuando aún percibo su cálido aliento y su perfume, si todavía tengo en mis labios el sabor de sus besos.

Estoy sentado junto con mis compañeros frente al presidium de honor, el conductor de la ceremonia de clausura realiza el último pase de lista, regreso a ver hacia atrás; no está, nunca estuvo. Sin embargo hoy me siento liberado de mis temores y traumas, ahora tengo la certeza de lo que valgo y de lo que soy, que habrá alguien que se fije en mí por los valores que llevo dentro. Escucho mi nombre, me levanto y camino con paso firme, seguro, con la frente en alto… ¡Yuridia, algún día te encontraré! 

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