miércoles, 18 de enero de 2012

MARQUELIA-PEÑITAS

MARQUELIA Y “LAS PEÑITAS” SIGUEN DE LUTO.
ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS.

A dos años del fallecimiento de mi amigo Epigmenio Panchí, quien vivió en la playa “Las Peñitas”, hoy quiero compartir con ustedes amables lectores, lo que escribí como una despedida a este buen hombre, que supo darnos momentos agradables a quienes tuvimos la fortuna de conocerle. Todavía en las reuniones bohemias su nombre sale a relucir por las ocurrencias, acciones, hechos ó anécdotas que “Meño” dejó en la vida, en la mente y en los corazones de sus amigos.

Se, que una nueva luz// habrá de alcanzar nuestra soledad// y que todo aquel, que llega a morir// empieza a vivir una eternidad.
Hoy en día, en las ciudades, se van perdiendo los valores, el saludo diario, la capacidad de asombro, la solidaridad en la alegría y en los actos mortuorios. En las agencias fúnebres, se ve sola la caja con el cuerpo del difunto, en el velatorio muy pocos le acompañan; en los nuevos panteones todo se privatiza (hasta el sentimiento), un ramo de flores artificiales adornan lo poco que asoma de la tímida tumba, cubierta de pulcro pasto. En la provincia, el que se conmueve y llora, es el pueblo.
            Epigmenio Panchí Rodríguez, “Meño”, falleció el día 15 de diciembre. Voy a dar sus pormenores: Meño era un gran hombre, y no precisamente por su estatura; moreno, de raza afromestiza ó afromexicana, de raíces Juchitecas por su padre y huehuetecas por su madre, de cabello cuculuste, bigotón, sincero, de mirada franca, bohemio, cantador de bien timbrada voz, sus canciones preferidas “Quemame los ojos” y “Mar” (de José Alfredo Jiménez), dicharachero siempre alegre; su risa clara y contagiosa sonaba como agua vaciada de un cántaro, donde él se encontrara nadie estaba serio ó aburrido.
Acostado en su hamaca de frente al mar, a pregunta expresa contestaba un día: aquí s´toy esperando el barco que me regrese a mi otra patria (Africa). Cierto día, un amigo después de convivir con él se despide diciéndole: -otro día te visito Meño, a ver si te encuentro-, a lo que Meño le contesta, -sí amigo, aquí me jallas (y señalando con el dedo le dice) si no me jallas en esta hamaca, me jallas en aquella otra!.
Todos sus amigos fuimos siempre bien recibidos en su casa junto al mar, en distintas ocasiones estuvimos con él los siguientes músicos: el mariachi Azoyú, Amante Sugía, Angel Damián, Polo Moctezuma, Ramón Estrada, Juan Carlos “Juanillo” Anzo, Adrián “El pajarito”, Cándido Castellanos, Alfredo “Capello” Niño, Tony Magallón, el que esto escribe y muchos, muchos más. Sus amigos más asiduos: Sabdí Bautista, Don Pancho Santos, de San Luis Acatlán; pero uno que fue como su hermano, lo fue Heriberto Carmona Astudillo, quien al fallecer, se le vió a Meño llorar, y se le escuchó decir: “Beto me ha pega´o un balazo, y creo que esta herida nunca me va a sanar”.
En su velación, infinidad de amigos, gente de Juchitán, de Huehuetán, y de toda la Región le acompañamos, una “música de viento” sobrecogía aún más el corazón con sus valses y piezas fúnebres. Su cuerpo fue sepultado en Juchitán volviendo a sus orígenes. Y como diría López Velarde, “Mientras del esbelto campanario, salen y rayan los cielos las palomas con sus vuelos, cual si las torres “Meño”, te dieran la bienvenida agitando sus pañuelos”.
Le sobreviven sus hermanos Juvenal y Roberto, su esposa María Salas, sus hijos: Chicho, Filomeno, Andrés, Ricardo, Joaquín, Javier, Liliana y Prisma, y la numerosa familia Panchí. 
De las canciones que él cantaba, sus letras cobran vida en su deceso, una que dice: “deja que tus manos no sientan el frío// el frío terrible de la soledad// quémame los ojos, si es preciso vida// pero nunca digas que no volverás”. Y la otra que repite y que termina: “Mar, llegaste hasta la orilla que Dios te señaló// Mar, no puedes abarcar aunque quisieras más que yo// yo, que quiero a fuerzas adueñarme de tu amor// pero siempre mi vida, se detiene en la orilla// que Dios también a mí me señaló”.
¡Hasta la vista, Meño!, por más rápido que vayas, ¡Te alcanzaremos!

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