Sobre Melquiades Bautista Huerta
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Don Melquiades, pilar del pueblo azoyuteco
Isaías López Abundis: Azoyú Guerrero, México
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** En mi opinión, las autoridades locales, regionales y el pueblo en general de Azoyú y de la Costa Chica entera, le debemos un público reconocimiento a Don Melquíades Bautista Huerta, hombre emprendedor, altruista y solidario con su pueblo, por todo lo que hizo en beneficio de la gente y del desarrollo de los pueblos
[En la fotografía Melquiades Bautista Huerta, con sus nietos]
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Don Melquíades Bautista Huerta, nació en Azoyú, Guerrero, el día 4 de diciembre de 1882, y murió el 19 de octubre de 1975. Se casó con la señora Dolores Priego, quien nació en Azoyú, hija de padres chilapeños.
Sus padres fueron el señor Manuel Bautista Almazán, y la señora Francisca Huerta. Sus abuelos paternos fueron don Felipe Bautista Herrera y doña Mercedes Almazán Patrón, originarios de Olinalá.
El niño Melquíades quedó huérfano a la edad de 7 años; conoció e hizo amistad con los niños Caritino, Eduardo, José y Efrén, hijos de la doña Fortunata López viuda de López, familia económicamente encumbrada y muy trabajadora. Fue tanto el cariño que le tomaron que se lo llevaron a vivir con ellos; ahí Melquíades aprendió el oficio de panadero, también lo relacionado a la cría de ganado vacuno, caprino y porcino, y al comercio en general. En el hogar de doña Fortunata, fue un hijo más que ayudaba con afán en todas las labores relacionadas a la familia. Su pago fue, precisamente, aprender con la práctica y el asimilar las experiencias vividas.
Cuando cumplió la mayoría de edad, se independizó; es decir, empezó a trabajar por cuenta propia: se dedicó al campo y al comercio de pieles de ganado vacuno, viajaba a Tlapa de Comonfort, a donde llevaba grasa y pieles, y regresaba con mantas, azúcar y otros productos que comercializaba en Azoyú.
Al estallar la Revolución de 1910, ya casado, junto con su esposa y su pequeña hija Adelina, se fue a refugiar a Ometepec, donde hizo muchos amigos; sin embargo, Ometepec era una plaza muy importante para los revolucionarios y para el gobierno, así que el peligro era latente y tuvo que marcharse con su familia hacia Metlatónoc, donde se dedicó a las labores del campo.
Terminada la Revolución, regresó a su pueblo natal, Azoyú, donde retomó sus actividades del campo, la ganadería, la panadería y el comercio, obteniendo excelentes resultados gracias a su empeño, responsabilidad y dedicación.
Por esos años, nacieron sus hijos Manuel, Medardo, Melquíades, David y Humberto. Amasó una considerable fortuna, ya que llegó a tener hasta un millar de reses, (de las cuales, en el año de 1936 se le murió el 90 por ciento a causa de la epidemia conocida como derriengue). Tuvo además de ganado caprino, equino y porcino. Luego, como aficionado, tuvo una buena cría de gallos de pelea, restableció sus relaciones comerciales con Tlapa; comercializó las famosas cervezas “Saturno”; el vino lo traía desde Huitzuco, en castañas de 30 litros por la vía de Tierra Colorada-Ayutla-San Luis Acatlán-Azoyú. Posteriormente recibía la mercancía que compraba en Acapulco la cual trasladaban en barco hasta la Barra de Tecoanapa, y de ahí por tierra. Para ello, abrió brechas que comunicaron Azoyú-Juchitán-La Cuchilla-La Barra, y Azoyú-Juchitán-Marquelia-La Barra. De esta manera pudo trasladar a lomo de mula dicha mercancía. Él mismo se convirtió en arriero y a partir de entonces nada se le dificultó para recibir la mercancía que le llegaba incluso desde la Ciudad de México.
Al estar constantemente en La Barra de Tecoanapa y notando la abundancia de la pesca de Huachinango y Robalo, se propuso comercializarlos; para ello los pusieron a salmuerar, construyeron tapancos de madera y ahí los salaban, después los sacudían y guardaban en sacas hechas de petate para trasladarlos a otras partes del estado, incluso del país.
Fue don Melquíades un hombre visionario y emprendedor. Junto con don Aurelio Flores, introdujo los primeros carros automotores para trasladar hacia Acapulco la carga y el pasaje de la región.
Vida y obra social
Don Melquíades Bautista siempre fue un hombre humilde, sencillo, solidario con las causas nobles; hacía el bien sin mirar a quien, participaba activamente en las fiestas del pueblo. En la fiesta mayor que es el día 8 de mayo, de su propio peculio ofrecía una comida para los comerciantes que llevaban a expender su mercancía a dicha feria, y todavía, a quien le sobraba mercancía ¡él se las compraba!
Sin ser funcionario público, ayudaba lo mismo en la construcción o reparación de la Iglesia o de la escuela del lugar. Así se ganó el cariño de los habitantes de Azoyú y de todo el municipio y la región. Cada día de su cumpleaños, los niños y maestros de la escuela iban a cantarle las tradicionales mañanitas.
En el año de 1922, Don Melquíades fue presidente Municipal, y en poco tiempo (anteriormente el período era de un año) realizó innumerables obras entre las que se mencionan la reconstrucción del Palacio y el Mercado Municipal, se construyó el Zócalo al cual lo rodeó con plantas de ornato y rosales, introdujo la red de agua entubada que se trajo desde la comunidad del Zapote Negro, así como la fuente de agua potable (una fuente que todavía existe y que guarda tantos recuerdos y tantas historias). Organizó encuentros deportivos contando con la participación de las poblaciones aledañas, llevó a cabo jugadas de gallos enmarcadas en las fiestas del pueblo.
También realizó gestiones para que jóvenes de Azoyú se fueran a estudiar a la ciudad de México la carrera docente, logrando algunos su objetivo. Hizo traer a un señor de nombre Rosendo, de Amozoc, Puebla, quien era mecánico y además fabricaba frenos, espuelas y otras artesanías relacionadas a los caballos, y a un jabonero para que enseñaran estos oficios a la gente del pueblo que así lo deseara. Trajo a un maestro de primaria de Olinalá, el profesor Juan Coronel, para que enseñara a leer y escribir a los niños de Azoyú. Construyó la portada del panteón Municipal, poniéndole la imagen de San Miguel (el albañil de dicha obra fue don Vidal Ramírez, padre de Indalecio Ramírez, “El Indio de Igualapa”).
En el año de 1932, se formó la Colonia de Marquelia y Don Melquíades contribuyó con don Nabor Ojeda y don José López, y otras personas, para que fuera una población modelo; sin embargo, esto no se concretó debido a que falleció el ingeniero Del Valle, quien iba a financiar dicho proyecto.
Tiempo después, se construyó el Campo Aéreo de Juchitán, desde donde con la ayuda de sus hijos David y Melquíades Jr., llevaban marranos y chile seco a Puebla y traían de allá harina, azúcar y otros artículos de abarrote. Con la ayuda también de su hijo David, construyó o abrió la brecha que hoy comunica a Azoyú con Cuanacaxtitlán y Arcelia del Progreso. Influyó para que se construyera el campo de aviación de Azoyú. Compró de su dinero una casa y un potrero en Zoyatlán, y posteriormente donó la casa para que construyeran la escuela, y el potrero se lo regaló a Don Meño Díaz, quien habría sido su vaquero.
Se comprometió a formar una orquesta y trajo de Ometepec al maestro Polanco, y en seis meses Azoyú contaba ya con su orquesta a la que pusieron el nombre de la diosa de la música “Euterpe”. Los primeros músicos fueron Agapito Salinas, Hilario y Vicente Quintero, Manuel y Primitivo Rodríguez, Luis Portillo, Ezequiel Jiménez y David Gutiérrez.
En los años cuarenta llegó la misión cultural, así se reforzó dicha orquesta con otros músicos como: Gabriel y Ramón Estrada, Francisco Santos, Francisco Castellanos, Isaac Quintero, Isaías López Oliva (mi padre); Melquíades y Humberto Bautista, así como el maestro Panuncio Adame. Don Melquíades siempre estuvo patrocinándolos.
Igual a la gente de La Barra de Tecoanapa les regaló instrumentos para una banda musical y les llevó un maestro para que les enseñara a tocarlos; a los Magallones de Huehuetán, también les ayudó.
Entre sus apuntes y memorias menciona a sus amigos de Ometepec, Acapulco, Ayutla, San Marcos, Igualapa, La Barra de Tecoanapa, Tlapa, Chilpancingo, Cruz Grande, en fin... toda la Costa Chica, así como del Estado de Puebla, del estado de Morelos, de la Ciudad de México, y de ciudades de otros estados, de los cuales, para enumerar sus nombres, no me alcanzaría el espacio.
Mi padre, que trabajó con él en su tienda, nos contó que quemaba libros y libros que contenían la relación de gente que le adeudaba dinero; sin embargo, jamás dejó de tenderle la mano a la gente que necesitaba de su ayuda; comida, medicina, ropa, nadie de su casa se iba con las manos vacías. Siempre mostró sentido del humor y una ecuanimidad digna de admirar.
Anécdota…una de tantas
En Azoyú existió un carpintero que tenía una casa de adobes, pero le faltaban las puertas. Un buen día, llegó Don Melquíades a verlo.
_Buenos días-, dijo.
_Buenos días, don Melquíades, ¿qué se le ofrece?
–Mira, necesito que me hagas unas puertas.
_Sí, señor, ¿y las medidas?
_Mira, para que no te entretengas, tómale medidas a las puertas de tu casa, ya que son iguales a las que necesito, aquí tienes dinero para que compres madera y lo que vayas a ocupar. Cuando ya estén hechas, me avisas.
_Si, señor-, contestó extrañado el carpintero.
El carpintero se afanó y en pocos días fue con Don Melquíades para avisarle que ya estaba su cargo, a lo que Don Melquíades le contesta muy serenamente: “Mira amigo, pégalas en tu casa y me dices cuánto es lo que te debo”. Y el carpintero entre apenado y contento, le contesta: “No señor, no me debe nada. Al contrario, muchas gracias”.
En mi opinión, las autoridades locales, regionales y el pueblo en general de Azoyú y de la Costa Chica entera, le debemos un público reconocimiento a Don Melquíades Bautista Huerta, hombre emprendedor, altruista y solidario con su pueblo, por todo lo que hizo en beneficio de la gente y del desarrollo de los pueblos.
.Cualquier comentario, al correo: isaias_la@hotmail.com.
PD. Agradezco a la familia Bautista Arizmendi, de Marquelia, por los datos proporcionados.
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