domingo, 12 de febrero de 2012

COMENTARIO DE UNA PELICULA
ISAIAS LOPEZ ABUNDIS

Desde hace años, la televisión Mexicana, proyecta por las fechas de “todo santos” la película de “Macario”, cinta producida en el año de 1959 bajo el slogan de “un poema cinematográfico”. Además de marcar el inicio estelar de Ignacio López Tarso quien encarna a Macario, la intervención de Pina Pellicer, quien da vida a la esposa de Macario; Enrique Lucero, quien magistralmente interpreta a la Muerte. Esta cinta encierra un mundo de reflexiones por lo rico de su trama y la interpretación de sus personajes: Macario es un hombre que representa al pobre de México y del mundo, que aunque responsablemente da de comer a su familia vendiendo leña, tiene el sueño y el hambre de comerse un guajolote el solo, sin las miradas hambrientas de sus famélicos hijos. Sin embargo cuando obtiene el poder de curar a los enfermos, no abusa, y así  lo demuestra devolviendo el dinero a la viuda de uno de sus pacientes que no pudo salvar, (cosa que entre los actuales “curanderos” no sucede). Mientras que la esposa, consciente y conocedora del hambre y del deseo de Macario, llega a robar el guajolote para cumplirle el sueño a su hombre, no obstante cuando palpa la bonanza que da la riqueza, le dice a Macario _¿por qué no mejor nos volvemos a la otra casa? Presintiendo que aquella fortuna encerraba cierta maldición; y es que la riqueza y el poder; si no se saben manejar, acaban destruyendo al hombre y a su entorno.
Podemos ver en la escena de la cueva repleta de velas donde la muerte con sarape y sombrero, cuida ó vigila a aquellas que imaginariamente representan las vidas de cada uno de los mortales, y de la que se va extinguiendo, acude de inmediato a recoger su alma. Cuando Macario mira la vela que le corresponde a su vida que está a punto de extinguirse, trata de impedir que se apague, la muerte le dice que es inútil, que ya es hora; que unos se van tarde, otros muy temprano, toda vida tiene su fin, que de nada vale huir, y da a entender que hay un creador supremo que dicta las reglas, las leyes, el destino de cada ser.
Y en aquel acercamiento junto al cuerpo inanimado de Macario, la esposa de mirada triste, con los ojos rasados de lágrimas mira hacia el infinito, con palabras que denotan esperanza y resignación le dice…-“voy a hacer que los hijos sean como tú, hombres buenos…Macario, la vida no fue fácil; pero fue bueno vivirla juntos”.

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