“FIBI, LA SIRENITA”
AUTOR: Isaías López Abundis
Erase una vez, que existiò una familia de sirenas, quienes habitaban en una pequeña isla de rocas, perdida en la inmensidad del mar. Una de ellas, la màs joven y hermosa, de nombre Sheila, se alejò màs allà de los lìmites que les era permitido, asì, se extraviò todo el dìa, ya al atardecer se encontrò con una pequeña barca dentro de la cual yacía desmayado un apuesto joven que supuestamente habìa sido arrastrado por las corrientes de agua y por falta de alimentos se encontraba en esa situación, Sheila se prendò de aquel desconocido y decidiò ayudarle, empujò aquella pequeña barca y la llevò al lado opuesto de la isla que habitaba. Lejos de las miradas de sus familiares, reanimò al joven quien despertò sorprendido de la hermosura de aquella joven que lo atendìa y tambièn al momento se enamorò de ella, sheila lo alimentò y le diò de beber, èl, le dijo llamarse Paul, hablaron de sus propios mundos, de sus propias costumbres y formas de vida, de lo cual ellos estaban concientes, sin embargo aquel hechizo que surgiò de muy dentro de sus almas, hizo que no les importara nada màs que aquel naciente amor que sentìan y asì, se entregaron en cuerpo y alma durante dos noches y un dìa, al cabo de los cuales se tuvieron que despedir para volver cada quien a su propio mundo, seguros eso si, de que aquel encuentro y aquella experiencia, no la olvidarìan jamás. Cuando Sheila volvió con los suyos, su madre y sus hermanas le preguntaron que donde habìa estado todo ese tiempo, ella simplemente les contestò que se habìa perdido por ahì, sin embargo, al correr de los dìas su vientre se fuè abultando producto de un embarazo, resultado de aquel encuentro amoroso con su inolvidable Paul; su madre, sus hermanas y las demàs sirenas se alegraron pues según su tradición, el Dios Neptuno era quien llegado el momento, las fecundaba para preservar aquella hermosa especie de sirenas, y asì, todo iba bien, hasta que llegò el dìa en que Sheila diò a Luz a una hermosa niña rubia, pero -¡ho sorpresa!- no tenìa aquella singular cola escamada que tenìan todas las sirenas, fuè entonces que las demàs se enfurecieron, incluyendo a sus hermanas y a su madre, quienes decìan que por ese pecado, el Dios Neptuno las extinguirìa de manera cruel, y decidieron desterrar a Sheila y a su pequeña hija de aquella isla de sirenas; ella, con una gigantesca concha de coral hizo un portabebè, llorando y con el alma herida, abandonò para siempre aquella isla donde habìa crecido y amado por primera vez.
Asì, atravesò los mares decidida a sacar a su hijita a tierra, convencida de que en el mar, ella no podría subsistir ya que era hija de un hombre terrenal, sucedió entonces que una noche tormentosa, cayò en las redes de un barco de pescadores, donde cientos, -o quizás miles de peces se debatìan entre la vida y la muerte, una muerte que paradójicamente darìa vida, entonces Sheila desesperada y con su hijita en brazos, logrò romper aquellas fuertes redes y escapò de una muerte segura, siguió nadando y por fin al amanecer avistò la costa, pero no podìa acercarse demasiado sin ser descubierta, asì que se armò de paciencia para esperar el momento oportuno de dejar a su hijita en terreno seguro, por fin, una tarde, una pareja, los esposos Susi y Carlos Alvarez, (quienes casualmente no habìan podido tener hijos) provenientes de la Ciudad de México, se encontraban en un pequeño yate; ella tomando el sol y èl tratando de pescar un pez que al igual que èl, se quisiera desaburrir, Sheila esperò el momento oportuno, le diò un beso a su hijita con làgrimas en los ojos le diò la màs triste despedida, pues no sabìa si la volverìa a ver; aprovechando una distracción de los esposos, colocò muy suavemente la concha que acunaba a su bebita en la cubierta de aquel pequeño yate, pasados unos minutos, la niña despertò y aguijoneada por el hambre, empezó a llorar; Susi se incorporò y le dice a Carlos- ¿oìste cariño? Creo que llora un bebè, Carlos un poco desenfadado le dice- sueñas querida- pero la niña sigue llorando, Susi se levanta y recorre el pequeño yate y ¡ho sorpresa! Encuentra a la hermosa criatura quien le sonrìe creyendo que era su madre, -¡Carlos, Carlos, Ho Dios mìo! Ven, ¡mira lo que me encontrè, Carlos alarmado corre a donde su esposa le llama con insistencia y comprueba que Susi sostiene entre sus Brazos a una hermosa niña de pelo rubio y ensortijado, ¡Ho Carlos, este es un regalo de Dios! -Calma Susi, calma, sus padres deben estar por ahì, pero, ¿no te das cuenta? No hay nadie a un kilómetro de nuestro alrededor, ¡por favor, Carlos, dime que nos quedaremos con ella!, -mira Susi, yo no quiero tener lìos con la autoridad, la llevaremos a la comisaría y ellos que determinen que es lo que procede, ¡no, por Dios, no, ellos nos la quitaràn y jamás le volveremos a ver! Por favor, por favor, quedémonos con ella y si alguien la reclama, entonces veremos que es lo que sucede. Por fin, Carlos aceptò, no le dirían nada a las autoridades, pero si alguien reclamaba a la niña, ellos la entregarìan.
Como si temieran que alguien les arrebatara a la niña, emprendieron un largo viaje, un crucero por mar, y en el transcurso de dicho viaje, bautizaron a la pequeña niña, el Capitán del barco, en nombre de Dios, realizò el bautizo imponiéndole el nombre de Fibi, la niña al sentir el contacto del agua bautismal riò de manera alegre, como si èse fuera su elemento. El matrimonio regresò a casa después de unos meses para seguir con su vida normal, aunque para ellos ya no era normal, pues era extraordinario tener la dicha de contar con el complemento perfecto de una familia, ¡una hija!
Pasò el tiempo rápidamente, la niña creció, ingresò a la escuela, primero a preescolar, luego a nivel básico. Todo transcurrìa normalmente, sòlo que la niña sentìa una gran dicha al tomar agua y al bañarse, luego aprendiò, sin que nadie le enseñara a nadar. En la escuela los maestros notaron ese don y facilidad que ella tenìa para nadar; además ella era muy sociable, se hizo muy amiga de otras niñas que la estimaban mucho, entre ellas Beti, Carolina y Mari, cuando ella ingresò al nivel secundaria, los maestros la seleccionaron para que representara a su escuela en una competencia de natación, sin mucho esfuerzo, ella ganò el primer lugar y desde entonces, empezó a dar satisfacciones a sus padres, amigos y a su escuela. Asì, llegò a la Universidad junto con sus amigas, un dìa sábado, ella cumplìa sus 18 años y sus padres le ofrecieron una bonita fiesta, era aquella una hermosa noche de luna llena. A su fiesta asistieron sus amigas y compañeros, repentinamente, se sintió sofocada y corriò asustada a su cuarto y ya no saliò, le pidió a su madre que la disculpara con sus amigos, la señora muy preocupada hablò con todos los asistentes y cada quien tomò rumbo a sus respectivos domicilios. Susi, preocupada fue a hablar con su esposo, quien se encontraba leyendo en su habitación y le contò lo sucedido, èl le pidió que se calmara y que tratara de hablar con su hija, Susi le comunicò sus temores, ya que nunca le habìan confesado a la “niña” (como ella le decìa) que no eran sus verdaderos padres, Carlos sòlo le dijo –que sea lo que Dios quiera-. Susi regresò al cuarto de Fibi, tocò insistentemente a su puerta, al fin, ella le abriò, -ella se echò a sus brazos llorando, ¡ho mamà! Le dijo,-sentì que me ahogaba, que no podìa respirar- Susi se asustò y sòlo le dijo- càlmate mi niña y trata de dormir.
Al dia siguiente Fibi fue a la escuela como de costumbre, se disculpò con sus amigas y ellas le demostraron su cariño y le dijeron que no tenìa importancia, - lo bueno es que ya estàs recuperada y nosotros te apoyamos en todo- ¡gracias amigas! –les dijo-, ¡oye, por cierto!- le dice Beti,- hoy publicaron una convocatoria para la competencia anual interescolar de natación, y estamos seguras que tu vas a ganar, -no sè- decìa ella, ¡nada! -Tu vas a ganar en nombre de nuestra amistad- le decìan, en eso se acercò Luis, el chico màs guapo de su clase, le entregò una flor y le dijo,-por favor, participa- ella se sonrojò, sus amigas le hicieron bulla, luego le echaron una porra, al fin ella aceptò, -està bien, lo harè por ustedes y por mis padres, ya que a ellos les encanta que yo participe en este tipo de eventos, lo que no sabìa ella, es que Susi, de un tiempo a la fecha, tenìa pavor de que ella se sumergiera en el agua.
Llegò por fin el dìa de la competencia, todo estaba dispuesto, las porras alegraban el ambiente, los jueces en sus lugares, a los lados de la alberca estaba lleno de jóvenes que admiraban y animaban a las participantes, quienes se encontraban ya listas para iniciar la competencia, de pronto, sonò el disparo que daba la salida para las competidoras, y todas al mismo tiempo, se tiraron al agua, las demàs salieron a la superficie para nadar, si embargo Fibi no salìa a la superficie,¡iba nadando bajo el agua! Todos estaban expectantes y admirados de que Fibi nio salìa a la superficie, por fin en la segunda vuelta ¡brotò a la superficie! Muy adelante de las demàs competidoras quienes no tuvieron la menor oportunidad de alcanzarla, Fibi efectivamente, llegò en primer lugar entre los gritos de alegrìa de sus padres y de sus amigos, sin embargo ella estaba sintiendo un doloroso ardor en sus piernas y pantorrillas, y ante el asombro de todos los presentes, saliò de la alberca y corriò hacia los vestidores, su madre corriò tras ella, Fibi entrò a uno de los vestidores y se encerrò, aterrada viò que sus piernas estaban cubiertas de escamas y empezó a llorar,-¡Fibi, Fibi, hijita!-decìa Susi ¡que te pasa por Dios! -¡ho mamà! Se oyò un golpe seco que provocò su cuerpo al caer al piso, al tiempo que Carlos llegaba corriendo al vestidor, -apàrtate- le dijo a Susi y de un empellón, tumbò la puerta del vestidor,- ¡ho Dios mìo, Carlos, sus piernas!- Carlos saliò y tomò una enorme toalla y le cubriò sus piernas, en ese momento entraron sus amigas, ¿que pasa, que tiene Fibi?, -nada- dijo Carlos-, la tomò entre sus brazos y la llevò hacia fuera, la subiò al carro y partieron rumbo a su casa, en la escuela todo era expectación, nadie sabìa que era en realidad lo que le habìa sucedido a Fibi.
Carlos depositò suavemente a su hija sobre la cama quien presentaba una palidez casi mortal, Fibi abriò los ojos con dificultad y sòlo dijo –mamà, no puedo respirar- y volvió a desmayarse, ¡por Dios Carlos, llama a un mèdico! –Carlos se dejò caer en un sillòn y le dijo a su esposa, -no Susi, creo que ha llegado el momento- ¿el momento de què, Carlos?, -el momento de la verdad, Susi, estamos perdiendo a Fibi, querida, ¡Fibi es hija del mar! Y debemos de devolverla. ¡no, ella es mi hija!,-no Susi, no nos aferremos, està de por medio la vida de Fibi, ¿recuerdas el dìa que se bautizò? ¿recuerdas como disfrutaba el agua cuando la bañabas? ¿por què crees que es tan veloz en la natación? No hay nadie màs veloz que ella. Tenemos que regresarla si no queremos verla morir, en eso Fibi despertò, -papà, mamà, ¿qué me està pasando? ¡ho hijita!- Susi bañada en llanto, la abrazò y le dijo- Fibi, tenemos que hablar contigo, ¿qué pasa mamà? ¿acaso voy a morir?, en eso recordò sus piernas y se destapò, pero estaban normales, -mamà, yo soñè- no hijita, no soñaste, tus piernas se llenaron de escamas y estamos muy asustados, por eso tenemos que hablar contigo de algo que nunca te hemos dicho por temor a perderte, -me asustas mamà-,-mi niña querida me duele decirte que nosotros... no somos tus padres biológicos,-¿què?,¿pero còmo?¿quiénes son mis padres entonces? Mira hijita, hace 18 años, nosotros te encontramos en la cubierta de nuestro yate y decidimos quedarnos contigo, hicimos pasarte como hija propia, pero hoy tenemos miedo de que mueras al tratar de retenerte a nuestro lado, siempre nos intrigò tu origen, todo el tiempo hemos vivido angustiados por ello, y al ver tu comportamiento y lo que le ha sucedido a tu cuerpo, estamos seguros que tu origen es el mar, no hay explicación lógica pero tù debes de volver a èl para que puedas sobrevivir, asi que hemos tomado una determinación, te vamos a llevar al lugar en que te encontramos para ver que sucede y ¡que sea lo que Dios quiera!
Al otro dìa muy temprano, tomaron hacia la costa, los tres iban tristes cada uno sumido en sus propios pensamientos, Fibi recordaba que no se habìa despedido de sus queridas amigas, de sus compañeros de clase, de sus maestros, en su cuarto dejaba un montòn de recuerdos, cosas que sus padres habìan comprado con cariño para ella, sus fotos de cuando fue bautizada, de sus quince años, de cuando recibìa los premios en las competencias de natación, recordò en ese momento a Luis, aquel chico moreno con ojos color miel que le regalara una flor en su escuela, y las làgrimas resbalaron por sus mejillas.
¡hemos llegado! –dijo Carlos- ahì està nuestro yate, aquel pequeño yate estaba atracado en el muelle de aquella pequeña población del Estado de Baja California Sur, México, a orillas de una bahìa bañada por las aguas del Océano Pacìfico.
Ni Susi ni Fibi hacìan el intento por bajar del automóvil, Carlos se dejò caer en el pasto y hundiò la cabeza entre sus rodillas derramando làgrimas de tristeza, en ese momento, Fibi se puso pàlida y nuevamente se sintió sofocada,¡le faltaba aire!,-¡Carlos! Apremiò Susi, rápidamente, Carlos tomò entre sus brazos a Fibi y la subiò al pequeño yate, Susi tras de ellos, Carlos depositò a Fibi muy cuidadosamente sobre la cubierta del yate, enseguida soltò las amarras, encendió el motor y partieron hacia el mar abierto, se adentraron y nuevamente soltò anclas en aquel lugar donde un dìa, un poco aburridos habìan decidido, ella a tomar el sol, èl a tratar de pescar algún pez. Con la brisa del mar, Fibi habìa recobrado un poco la salud que se le habìa ido minando poco a poco. Sin comer, cada uno se volvió a quedar encerrado en sus pensamientos, Susi recordaba aquel dìa en que encontrara a Fibi en la cubierta de su yate, las alegrìas y satisfacciones que habìa vivido durante 18 años, y ahora, estaban ahì, esperando ¡no sabìa què!. Carlos recordaba y repasaba como en una película, lo que habìan vivido desde que encontraran a Fibi, recordò tambièn, que su matrimonio estaba a punto de irse a pique, por la falta de un hijo, hijo que èl no podìa procrear, ya que cuando joven, debido a una operación, èl habìa quedado estéril, Susi se habìa convertido en una mujer amargada y llena de resentimientos, hasta que encontraron a Fibi, ella cambiò totalmente sus vidas, los llenò de amor, de comprensión, estuvieron siempre juntos en torno a la niña que habìa sido como un milagro para ellos.
Asi, pasò la tarde y cayò la noche, era aquella una noche de luna, pasaron los segundos, los minutos, las horas, los nervios se estaban apoderando de Susi, cuando de pronto.- se escuchò un sonido, ¡Splash!- Carlos, creo que merodea algún delfín ò tiburón, Carlos se asomò, cuando de pronto apareció el hermoso rostro de una mujer, ¡Ho Dios mìo, Susi!,-¡calma! –por favor, no se asuste, me llamo Sheila -Fibi despertò en ese momento-¿què pasa?, -una mujer- dijo Carlos, los tres estaban viendo a una mujer nadando en el agua, ¡ayúdenme a subir, por favor, no les harè daño! Carlos con cierto recelo, le ayuda a subir ¡ho gran Dios, una sirena.- eres una sirena!- ciertamente con los rayos de luz de la luna aquella hermosa cola brillaba como si fuera de oro ò de plata, increíblemente aquélla cola se fue convirtiendo en dos hermosas piernas de mujer las cuales fueron cubiertas con una toalla por Susi y Fibi. Ya pasada la sorpresa, se sentaron a platicar, Sheila les contò su historia, de cómo conoció al padre de Fibi, de cómo fuè arrojada de la isla de las sirenas por el que ellas consideraron un pecado y a Fibi como una maldición, y de cómo su madre en un arranque de compasión le dijo que aquella situación “anormal” para ellas de haber nacido humana, durarìa 18 años al tèrmino de los cuales Fibi volverìa a ser “normal” es decir, una sirena, -por eso desde hace dìas he rondado por aquì, como cada año lo hago para estar pendiente de mi hija-, Carlos, Fibi y Susi, no salìan de su asombro, Fibi se soltò en llanto y con encontrados sentimientos abrazò al mismo tiempo a su madre biológica y a sus padres adoptivos. Susi y Carlos en ese momento sintieron un gran alivio, pues siempre habìan vivido en la zozobra por no saber el origen de su hija Fibi, Carlos se levantò, diò la espalda y con voz emocionada, dijo- Fibi, debes volver con tu madre, nosostros estaremos siempre contigo, recordándote y bendiciéndote por la alegrìa que diste a nuestras vidas, en ese momento, Fibi empezó a ponerse mal, otra vez, le faltaba el aire, -vamos Fibi, ve con tu madre, y que mi Dios y los suyos les bendigan, Fibi, se levantò, le dio un beso a Susi y a Carlos, ¡adiós papà, adiós mamà! Siempre estarán en mi mente y en mi corazòn, Sheila tambièn les diò un cariñoso abrazo a los dos, asì abrazadas Sheila y Fibi se acercaron al borde del yate y se tiraron al mar, emergieron del agua y alzaron sus manos en señal de despedida, luego se volvieron a sumergir, y dos hermosas colas brillantes, dijeron adiós a Susi y a Carlos, quienes permanecieron por largo rato abrazados, pero extrañamente, no se sentìan tristes, ahora se sentìan fuertemente unidos en el recuerdo de aquella hermosa niña que salvara su matrimonio.
Carlos y Susi desaparecieron de la Ciudad de Mèxico donde habitaran por tanto tiempo, vendieron su casa y propiedades y se fueron a vivir a aquel pueblito donde un dìa encontraran a Fibi, compraron una pequeña casita ubicada en lo alto de un risco alejada del caserìo, con acceso al mar abierto. Cuentan los lugareños que cada año, en la noche de Navidad se oyen murmullos de festejos, risas y cantos de sirena en aquella humilde casita de los viejitos esposos Alvarez, allà en la costa de la Baja California Sur..
AUTOR: Isaías López Abundis
Erase una vez, que existiò una familia de sirenas, quienes habitaban en una pequeña isla de rocas, perdida en la inmensidad del mar. Una de ellas, la màs joven y hermosa, de nombre Sheila, se alejò màs allà de los lìmites que les era permitido, asì, se extraviò todo el dìa, ya al atardecer se encontrò con una pequeña barca dentro de la cual yacía desmayado un apuesto joven que supuestamente habìa sido arrastrado por las corrientes de agua y por falta de alimentos se encontraba en esa situación, Sheila se prendò de aquel desconocido y decidiò ayudarle, empujò aquella pequeña barca y la llevò al lado opuesto de la isla que habitaba. Lejos de las miradas de sus familiares, reanimò al joven quien despertò sorprendido de la hermosura de aquella joven que lo atendìa y tambièn al momento se enamorò de ella, sheila lo alimentò y le diò de beber, èl, le dijo llamarse Paul, hablaron de sus propios mundos, de sus propias costumbres y formas de vida, de lo cual ellos estaban concientes, sin embargo aquel hechizo que surgiò de muy dentro de sus almas, hizo que no les importara nada màs que aquel naciente amor que sentìan y asì, se entregaron en cuerpo y alma durante dos noches y un dìa, al cabo de los cuales se tuvieron que despedir para volver cada quien a su propio mundo, seguros eso si, de que aquel encuentro y aquella experiencia, no la olvidarìan jamás. Cuando Sheila volvió con los suyos, su madre y sus hermanas le preguntaron que donde habìa estado todo ese tiempo, ella simplemente les contestò que se habìa perdido por ahì, sin embargo, al correr de los dìas su vientre se fuè abultando producto de un embarazo, resultado de aquel encuentro amoroso con su inolvidable Paul; su madre, sus hermanas y las demàs sirenas se alegraron pues según su tradición, el Dios Neptuno era quien llegado el momento, las fecundaba para preservar aquella hermosa especie de sirenas, y asì, todo iba bien, hasta que llegò el dìa en que Sheila diò a Luz a una hermosa niña rubia, pero -¡ho sorpresa!- no tenìa aquella singular cola escamada que tenìan todas las sirenas, fuè entonces que las demàs se enfurecieron, incluyendo a sus hermanas y a su madre, quienes decìan que por ese pecado, el Dios Neptuno las extinguirìa de manera cruel, y decidieron desterrar a Sheila y a su pequeña hija de aquella isla de sirenas; ella, con una gigantesca concha de coral hizo un portabebè, llorando y con el alma herida, abandonò para siempre aquella isla donde habìa crecido y amado por primera vez.
Asì, atravesò los mares decidida a sacar a su hijita a tierra, convencida de que en el mar, ella no podría subsistir ya que era hija de un hombre terrenal, sucedió entonces que una noche tormentosa, cayò en las redes de un barco de pescadores, donde cientos, -o quizás miles de peces se debatìan entre la vida y la muerte, una muerte que paradójicamente darìa vida, entonces Sheila desesperada y con su hijita en brazos, logrò romper aquellas fuertes redes y escapò de una muerte segura, siguió nadando y por fin al amanecer avistò la costa, pero no podìa acercarse demasiado sin ser descubierta, asì que se armò de paciencia para esperar el momento oportuno de dejar a su hijita en terreno seguro, por fin, una tarde, una pareja, los esposos Susi y Carlos Alvarez, (quienes casualmente no habìan podido tener hijos) provenientes de la Ciudad de México, se encontraban en un pequeño yate; ella tomando el sol y èl tratando de pescar un pez que al igual que èl, se quisiera desaburrir, Sheila esperò el momento oportuno, le diò un beso a su hijita con làgrimas en los ojos le diò la màs triste despedida, pues no sabìa si la volverìa a ver; aprovechando una distracción de los esposos, colocò muy suavemente la concha que acunaba a su bebita en la cubierta de aquel pequeño yate, pasados unos minutos, la niña despertò y aguijoneada por el hambre, empezó a llorar; Susi se incorporò y le dice a Carlos- ¿oìste cariño? Creo que llora un bebè, Carlos un poco desenfadado le dice- sueñas querida- pero la niña sigue llorando, Susi se levanta y recorre el pequeño yate y ¡ho sorpresa! Encuentra a la hermosa criatura quien le sonrìe creyendo que era su madre, -¡Carlos, Carlos, Ho Dios mìo! Ven, ¡mira lo que me encontrè, Carlos alarmado corre a donde su esposa le llama con insistencia y comprueba que Susi sostiene entre sus Brazos a una hermosa niña de pelo rubio y ensortijado, ¡Ho Carlos, este es un regalo de Dios! -Calma Susi, calma, sus padres deben estar por ahì, pero, ¿no te das cuenta? No hay nadie a un kilómetro de nuestro alrededor, ¡por favor, Carlos, dime que nos quedaremos con ella!, -mira Susi, yo no quiero tener lìos con la autoridad, la llevaremos a la comisaría y ellos que determinen que es lo que procede, ¡no, por Dios, no, ellos nos la quitaràn y jamás le volveremos a ver! Por favor, por favor, quedémonos con ella y si alguien la reclama, entonces veremos que es lo que sucede. Por fin, Carlos aceptò, no le dirían nada a las autoridades, pero si alguien reclamaba a la niña, ellos la entregarìan.
Como si temieran que alguien les arrebatara a la niña, emprendieron un largo viaje, un crucero por mar, y en el transcurso de dicho viaje, bautizaron a la pequeña niña, el Capitán del barco, en nombre de Dios, realizò el bautizo imponiéndole el nombre de Fibi, la niña al sentir el contacto del agua bautismal riò de manera alegre, como si èse fuera su elemento. El matrimonio regresò a casa después de unos meses para seguir con su vida normal, aunque para ellos ya no era normal, pues era extraordinario tener la dicha de contar con el complemento perfecto de una familia, ¡una hija!
Pasò el tiempo rápidamente, la niña creció, ingresò a la escuela, primero a preescolar, luego a nivel básico. Todo transcurrìa normalmente, sòlo que la niña sentìa una gran dicha al tomar agua y al bañarse, luego aprendiò, sin que nadie le enseñara a nadar. En la escuela los maestros notaron ese don y facilidad que ella tenìa para nadar; además ella era muy sociable, se hizo muy amiga de otras niñas que la estimaban mucho, entre ellas Beti, Carolina y Mari, cuando ella ingresò al nivel secundaria, los maestros la seleccionaron para que representara a su escuela en una competencia de natación, sin mucho esfuerzo, ella ganò el primer lugar y desde entonces, empezó a dar satisfacciones a sus padres, amigos y a su escuela. Asì, llegò a la Universidad junto con sus amigas, un dìa sábado, ella cumplìa sus 18 años y sus padres le ofrecieron una bonita fiesta, era aquella una hermosa noche de luna llena. A su fiesta asistieron sus amigas y compañeros, repentinamente, se sintió sofocada y corriò asustada a su cuarto y ya no saliò, le pidió a su madre que la disculpara con sus amigos, la señora muy preocupada hablò con todos los asistentes y cada quien tomò rumbo a sus respectivos domicilios. Susi, preocupada fue a hablar con su esposo, quien se encontraba leyendo en su habitación y le contò lo sucedido, èl le pidió que se calmara y que tratara de hablar con su hija, Susi le comunicò sus temores, ya que nunca le habìan confesado a la “niña” (como ella le decìa) que no eran sus verdaderos padres, Carlos sòlo le dijo –que sea lo que Dios quiera-. Susi regresò al cuarto de Fibi, tocò insistentemente a su puerta, al fin, ella le abriò, -ella se echò a sus brazos llorando, ¡ho mamà! Le dijo,-sentì que me ahogaba, que no podìa respirar- Susi se asustò y sòlo le dijo- càlmate mi niña y trata de dormir.
Al dia siguiente Fibi fue a la escuela como de costumbre, se disculpò con sus amigas y ellas le demostraron su cariño y le dijeron que no tenìa importancia, - lo bueno es que ya estàs recuperada y nosotros te apoyamos en todo- ¡gracias amigas! –les dijo-, ¡oye, por cierto!- le dice Beti,- hoy publicaron una convocatoria para la competencia anual interescolar de natación, y estamos seguras que tu vas a ganar, -no sè- decìa ella, ¡nada! -Tu vas a ganar en nombre de nuestra amistad- le decìan, en eso se acercò Luis, el chico màs guapo de su clase, le entregò una flor y le dijo,-por favor, participa- ella se sonrojò, sus amigas le hicieron bulla, luego le echaron una porra, al fin ella aceptò, -està bien, lo harè por ustedes y por mis padres, ya que a ellos les encanta que yo participe en este tipo de eventos, lo que no sabìa ella, es que Susi, de un tiempo a la fecha, tenìa pavor de que ella se sumergiera en el agua.
Llegò por fin el dìa de la competencia, todo estaba dispuesto, las porras alegraban el ambiente, los jueces en sus lugares, a los lados de la alberca estaba lleno de jóvenes que admiraban y animaban a las participantes, quienes se encontraban ya listas para iniciar la competencia, de pronto, sonò el disparo que daba la salida para las competidoras, y todas al mismo tiempo, se tiraron al agua, las demàs salieron a la superficie para nadar, si embargo Fibi no salìa a la superficie,¡iba nadando bajo el agua! Todos estaban expectantes y admirados de que Fibi nio salìa a la superficie, por fin en la segunda vuelta ¡brotò a la superficie! Muy adelante de las demàs competidoras quienes no tuvieron la menor oportunidad de alcanzarla, Fibi efectivamente, llegò en primer lugar entre los gritos de alegrìa de sus padres y de sus amigos, sin embargo ella estaba sintiendo un doloroso ardor en sus piernas y pantorrillas, y ante el asombro de todos los presentes, saliò de la alberca y corriò hacia los vestidores, su madre corriò tras ella, Fibi entrò a uno de los vestidores y se encerrò, aterrada viò que sus piernas estaban cubiertas de escamas y empezó a llorar,-¡Fibi, Fibi, hijita!-decìa Susi ¡que te pasa por Dios! -¡ho mamà! Se oyò un golpe seco que provocò su cuerpo al caer al piso, al tiempo que Carlos llegaba corriendo al vestidor, -apàrtate- le dijo a Susi y de un empellón, tumbò la puerta del vestidor,- ¡ho Dios mìo, Carlos, sus piernas!- Carlos saliò y tomò una enorme toalla y le cubriò sus piernas, en ese momento entraron sus amigas, ¿que pasa, que tiene Fibi?, -nada- dijo Carlos-, la tomò entre sus brazos y la llevò hacia fuera, la subiò al carro y partieron rumbo a su casa, en la escuela todo era expectación, nadie sabìa que era en realidad lo que le habìa sucedido a Fibi.
Carlos depositò suavemente a su hija sobre la cama quien presentaba una palidez casi mortal, Fibi abriò los ojos con dificultad y sòlo dijo –mamà, no puedo respirar- y volvió a desmayarse, ¡por Dios Carlos, llama a un mèdico! –Carlos se dejò caer en un sillòn y le dijo a su esposa, -no Susi, creo que ha llegado el momento- ¿el momento de què, Carlos?, -el momento de la verdad, Susi, estamos perdiendo a Fibi, querida, ¡Fibi es hija del mar! Y debemos de devolverla. ¡no, ella es mi hija!,-no Susi, no nos aferremos, està de por medio la vida de Fibi, ¿recuerdas el dìa que se bautizò? ¿recuerdas como disfrutaba el agua cuando la bañabas? ¿por què crees que es tan veloz en la natación? No hay nadie màs veloz que ella. Tenemos que regresarla si no queremos verla morir, en eso Fibi despertò, -papà, mamà, ¿qué me està pasando? ¡ho hijita!- Susi bañada en llanto, la abrazò y le dijo- Fibi, tenemos que hablar contigo, ¿qué pasa mamà? ¿acaso voy a morir?, en eso recordò sus piernas y se destapò, pero estaban normales, -mamà, yo soñè- no hijita, no soñaste, tus piernas se llenaron de escamas y estamos muy asustados, por eso tenemos que hablar contigo de algo que nunca te hemos dicho por temor a perderte, -me asustas mamà-,-mi niña querida me duele decirte que nosotros... no somos tus padres biológicos,-¿què?,¿pero còmo?¿quiénes son mis padres entonces? Mira hijita, hace 18 años, nosotros te encontramos en la cubierta de nuestro yate y decidimos quedarnos contigo, hicimos pasarte como hija propia, pero hoy tenemos miedo de que mueras al tratar de retenerte a nuestro lado, siempre nos intrigò tu origen, todo el tiempo hemos vivido angustiados por ello, y al ver tu comportamiento y lo que le ha sucedido a tu cuerpo, estamos seguros que tu origen es el mar, no hay explicación lógica pero tù debes de volver a èl para que puedas sobrevivir, asi que hemos tomado una determinación, te vamos a llevar al lugar en que te encontramos para ver que sucede y ¡que sea lo que Dios quiera!
Al otro dìa muy temprano, tomaron hacia la costa, los tres iban tristes cada uno sumido en sus propios pensamientos, Fibi recordaba que no se habìa despedido de sus queridas amigas, de sus compañeros de clase, de sus maestros, en su cuarto dejaba un montòn de recuerdos, cosas que sus padres habìan comprado con cariño para ella, sus fotos de cuando fue bautizada, de sus quince años, de cuando recibìa los premios en las competencias de natación, recordò en ese momento a Luis, aquel chico moreno con ojos color miel que le regalara una flor en su escuela, y las làgrimas resbalaron por sus mejillas.
¡hemos llegado! –dijo Carlos- ahì està nuestro yate, aquel pequeño yate estaba atracado en el muelle de aquella pequeña población del Estado de Baja California Sur, México, a orillas de una bahìa bañada por las aguas del Océano Pacìfico.
Ni Susi ni Fibi hacìan el intento por bajar del automóvil, Carlos se dejò caer en el pasto y hundiò la cabeza entre sus rodillas derramando làgrimas de tristeza, en ese momento, Fibi se puso pàlida y nuevamente se sintió sofocada,¡le faltaba aire!,-¡Carlos! Apremiò Susi, rápidamente, Carlos tomò entre sus brazos a Fibi y la subiò al pequeño yate, Susi tras de ellos, Carlos depositò a Fibi muy cuidadosamente sobre la cubierta del yate, enseguida soltò las amarras, encendió el motor y partieron hacia el mar abierto, se adentraron y nuevamente soltò anclas en aquel lugar donde un dìa, un poco aburridos habìan decidido, ella a tomar el sol, èl a tratar de pescar algún pez. Con la brisa del mar, Fibi habìa recobrado un poco la salud que se le habìa ido minando poco a poco. Sin comer, cada uno se volvió a quedar encerrado en sus pensamientos, Susi recordaba aquel dìa en que encontrara a Fibi en la cubierta de su yate, las alegrìas y satisfacciones que habìa vivido durante 18 años, y ahora, estaban ahì, esperando ¡no sabìa què!. Carlos recordaba y repasaba como en una película, lo que habìan vivido desde que encontraran a Fibi, recordò tambièn, que su matrimonio estaba a punto de irse a pique, por la falta de un hijo, hijo que èl no podìa procrear, ya que cuando joven, debido a una operación, èl habìa quedado estéril, Susi se habìa convertido en una mujer amargada y llena de resentimientos, hasta que encontraron a Fibi, ella cambiò totalmente sus vidas, los llenò de amor, de comprensión, estuvieron siempre juntos en torno a la niña que habìa sido como un milagro para ellos.
Asi, pasò la tarde y cayò la noche, era aquella una noche de luna, pasaron los segundos, los minutos, las horas, los nervios se estaban apoderando de Susi, cuando de pronto.- se escuchò un sonido, ¡Splash!- Carlos, creo que merodea algún delfín ò tiburón, Carlos se asomò, cuando de pronto apareció el hermoso rostro de una mujer, ¡Ho Dios mìo, Susi!,-¡calma! –por favor, no se asuste, me llamo Sheila -Fibi despertò en ese momento-¿què pasa?, -una mujer- dijo Carlos, los tres estaban viendo a una mujer nadando en el agua, ¡ayúdenme a subir, por favor, no les harè daño! Carlos con cierto recelo, le ayuda a subir ¡ho gran Dios, una sirena.- eres una sirena!- ciertamente con los rayos de luz de la luna aquella hermosa cola brillaba como si fuera de oro ò de plata, increíblemente aquélla cola se fue convirtiendo en dos hermosas piernas de mujer las cuales fueron cubiertas con una toalla por Susi y Fibi. Ya pasada la sorpresa, se sentaron a platicar, Sheila les contò su historia, de cómo conoció al padre de Fibi, de cómo fuè arrojada de la isla de las sirenas por el que ellas consideraron un pecado y a Fibi como una maldición, y de cómo su madre en un arranque de compasión le dijo que aquella situación “anormal” para ellas de haber nacido humana, durarìa 18 años al tèrmino de los cuales Fibi volverìa a ser “normal” es decir, una sirena, -por eso desde hace dìas he rondado por aquì, como cada año lo hago para estar pendiente de mi hija-, Carlos, Fibi y Susi, no salìan de su asombro, Fibi se soltò en llanto y con encontrados sentimientos abrazò al mismo tiempo a su madre biológica y a sus padres adoptivos. Susi y Carlos en ese momento sintieron un gran alivio, pues siempre habìan vivido en la zozobra por no saber el origen de su hija Fibi, Carlos se levantò, diò la espalda y con voz emocionada, dijo- Fibi, debes volver con tu madre, nosostros estaremos siempre contigo, recordándote y bendiciéndote por la alegrìa que diste a nuestras vidas, en ese momento, Fibi empezó a ponerse mal, otra vez, le faltaba el aire, -vamos Fibi, ve con tu madre, y que mi Dios y los suyos les bendigan, Fibi, se levantò, le dio un beso a Susi y a Carlos, ¡adiós papà, adiós mamà! Siempre estarán en mi mente y en mi corazòn, Sheila tambièn les diò un cariñoso abrazo a los dos, asì abrazadas Sheila y Fibi se acercaron al borde del yate y se tiraron al mar, emergieron del agua y alzaron sus manos en señal de despedida, luego se volvieron a sumergir, y dos hermosas colas brillantes, dijeron adiós a Susi y a Carlos, quienes permanecieron por largo rato abrazados, pero extrañamente, no se sentìan tristes, ahora se sentìan fuertemente unidos en el recuerdo de aquella hermosa niña que salvara su matrimonio.
Carlos y Susi desaparecieron de la Ciudad de Mèxico donde habitaran por tanto tiempo, vendieron su casa y propiedades y se fueron a vivir a aquel pueblito donde un dìa encontraran a Fibi, compraron una pequeña casita ubicada en lo alto de un risco alejada del caserìo, con acceso al mar abierto. Cuentan los lugareños que cada año, en la noche de Navidad se oyen murmullos de festejos, risas y cantos de sirena en aquella humilde casita de los viejitos esposos Alvarez, allà en la costa de la Baja California Sur..