“FIBI, LA SIRENITA”
AUTOR: Isaías López Abundis
Erase una vez, que existiò una familia de sirenas, quienes habitaban en
una pequeña isla de rocas, perdida en la inmensidad del mar. Una de
ellas, la màs joven y hermosa, de nombre Sheila, se alejò màs allà de
los lìmites que les era permitido, asì, se extraviò todo el dìa, ya al
atardecer se encontrò con una pequeña barca dentro de la cual yacía
desmayado un apuesto joven que supuestamente habìa sido arrastrado por
las corrientes de agua y por falta de alimentos se encontraba en esa
situación, Sheila se prendò de aquel desconocido y decidiò ayudarle,
empujò aquella pequeña barca y la llevò al lado opuesto de la isla que
habitaba. Lejos de las miradas de sus familiares, reanimò al joven quien
despertò sorprendido de la hermosura de aquella joven que lo atendìa y
tambièn al momento se enamorò de ella, sheila lo alimentò y le diò de
beber, èl, le dijo llamarse Paul, hablaron de sus propios mundos, de sus
propias costumbres y formas de vida, de lo cual ellos estaban
concientes, sin embargo aquel hechizo que surgiò de muy dentro de sus
almas, hizo que no les importara nada màs que aquel naciente amor que
sentìan y asì, se entregaron en cuerpo y alma durante dos noches y un
dìa, al cabo de los cuales se tuvieron que despedir para volver cada
quien a su propio mundo, seguros eso si, de que aquel encuentro y
aquella experiencia, no la olvidarìan jamás. Cuando Sheila volvió con
los suyos, su madre y sus hermanas le preguntaron que donde habìa estado
todo ese tiempo, ella simplemente les contestò que se habìa perdido por
ahì, sin embargo, al correr de los dìas su vientre se fuè abultando
producto de un embarazo, resultado de aquel encuentro amoroso con su
inolvidable Paul; su madre, sus hermanas y las demàs sirenas se
alegraron pues según su tradición, el Dios Neptuno era quien llegado el
momento, las fecundaba para preservar aquella hermosa especie de
sirenas, y asì, todo iba bien, hasta que llegò el dìa en que Sheila diò a
Luz a una hermosa niña rubia, pero -¡ho sorpresa!- no tenìa aquella
singular cola escamada que tenìan todas las sirenas, fuè entonces que
las demàs se enfurecieron, incluyendo a sus hermanas y a su madre,
quienes decìan que por ese pecado, el Dios Neptuno las extinguirìa de
manera cruel, y decidieron desterrar a Sheila y a su pequeña hija de
aquella isla de sirenas; ella, con una gigantesca concha de coral hizo
un portabebè, llorando y con el alma herida, abandonò para siempre
aquella isla donde habìa crecido y amado por primera vez.
Asì,
atravesò los mares decidida a sacar a su hijita a tierra, convencida de
que en el mar, ella no podría subsistir ya que era hija de un hombre
terrenal, sucedió entonces que una noche tormentosa, cayò en las redes
de un barco de pescadores, donde cientos, -o quizás miles de peces se
debatìan entre la vida y la muerte, una muerte que paradójicamente darìa
vida, entonces Sheila desesperada y con su hijita en brazos, logrò
romper aquellas fuertes redes y escapò de una muerte segura, siguió
nadando y por fin al amanecer avistò la costa, pero no podìa acercarse
demasiado sin ser descubierta, asì que se armò de paciencia para esperar
el momento oportuno de dejar a su hijita en terreno seguro, por fin,
una tarde, una pareja, los esposos Susi y Carlos Alvarez, (quienes
casualmente no habìan podido tener hijos) provenientes de la Ciudad de
México, se encontraban en un pequeño yate; ella tomando el sol y èl
tratando de pescar un pez que al igual que èl, se quisiera desaburrir,
Sheila esperò el momento oportuno, le diò un beso a su hijita con
làgrimas en los ojos le diò la màs triste despedida, pues no sabìa si la
volverìa a ver; aprovechando una distracción de los esposos, colocò muy
suavemente la concha que acunaba a su bebita en la cubierta de aquel
pequeño yate, pasados unos minutos, la niña despertò y aguijoneada por
el hambre, empezó a llorar; Susi se incorporò y le dice a Carlos- ¿oìste
cariño? Creo que llora un bebè, Carlos un poco desenfadado le dice-
sueñas querida- pero la niña sigue llorando, Susi se levanta y recorre
el pequeño yate y ¡ho sorpresa! Encuentra a la hermosa criatura quien le
sonrìe creyendo que era su madre, -¡Carlos, Carlos, Ho Dios mìo! Ven,
¡mira lo que me encontrè, Carlos alarmado corre a donde su esposa le
llama con insistencia y comprueba que Susi sostiene entre sus Brazos a
una hermosa niña de pelo rubio y ensortijado, ¡Ho Carlos, este es un
regalo de Dios! -Calma Susi, calma, sus padres deben estar por ahì,
pero, ¿no te das cuenta? No hay nadie a un kilómetro de nuestro
alrededor, ¡por favor, Carlos, dime que nos quedaremos con ella!, -mira
Susi, yo no quiero tener lìos con la autoridad, la llevaremos a la
comisaría y ellos que determinen que es lo que procede, ¡no, por Dios,
no, ellos nos la quitaràn y jamás le volveremos a ver! Por favor, por
favor, quedémonos con ella y si alguien la reclama, entonces veremos que
es lo que sucede. Por fin, Carlos aceptò, no le dirían nada a las
autoridades, pero si alguien reclamaba a la niña, ellos la entregarìan.
Como si temieran que alguien les arrebatara a la niña, emprendieron un
largo viaje, un crucero por mar, y en el transcurso de dicho viaje,
bautizaron a la pequeña niña, el Capitán del barco, en nombre de Dios,
realizò el bautizo imponiéndole el nombre de Fibi, la niña al sentir el
contacto del agua bautismal riò de manera alegre, como si èse fuera su
elemento. El matrimonio regresò a casa después de unos meses para seguir
con su vida normal, aunque para ellos ya no era normal, pues era
extraordinario tener la dicha de contar con el complemento perfecto de
una familia, ¡una hija!
Pasò el tiempo rápidamente, la niña creció,
ingresò a la escuela, primero a preescolar, luego a nivel básico. Todo
transcurrìa normalmente, sòlo que la niña sentìa una gran dicha al tomar
agua y al bañarse, luego aprendiò, sin que nadie le enseñara a nadar.
En la escuela los maestros notaron ese don y facilidad que ella tenìa
para nadar; además ella era muy sociable, se hizo muy amiga de otras
niñas que la estimaban mucho, entre ellas Beti, Carolina y Mari, cuando
ella ingresò al nivel secundaria, los maestros la seleccionaron para que
representara a su escuela en una competencia de natación, sin mucho
esfuerzo, ella ganò el primer lugar y desde entonces, empezó a dar
satisfacciones a sus padres, amigos y a su escuela. Asì, llegò a la
Universidad junto con sus amigas, un dìa sábado, ella cumplìa sus 18
años y sus padres le ofrecieron una bonita fiesta, era aquella una
hermosa noche de luna llena. A su fiesta asistieron sus amigas y
compañeros, repentinamente, se sintió sofocada y corriò asustada a su
cuarto y ya no saliò, le pidió a su madre que la disculpara con sus
amigos, la señora muy preocupada hablò con todos los asistentes y cada
quien tomò rumbo a sus respectivos domicilios. Susi, preocupada fue a
hablar con su esposo, quien se encontraba leyendo en su habitación y le
contò lo sucedido, èl le pidió que se calmara y que tratara de hablar
con su hija, Susi le comunicò sus temores, ya que nunca le habìan
confesado a la “niña” (como ella le decìa) que no eran sus verdaderos
padres, Carlos sòlo le dijo –que sea lo que Dios quiera-. Susi regresò
al cuarto de Fibi, tocò insistentemente a su puerta, al fin, ella le
abriò, -ella se echò a sus brazos llorando, ¡ho mamà! Le dijo,-sentì que
me ahogaba, que no podìa respirar- Susi se asustò y sòlo le dijo-
càlmate mi niña y trata de dormir.
Al dia siguiente Fibi fue a la
escuela como de costumbre, se disculpò con sus amigas y ellas le
demostraron su cariño y le dijeron que no tenìa importancia, - lo bueno
es que ya estàs recuperada y nosotros te apoyamos en todo- ¡gracias
amigas! –les dijo-, ¡oye, por cierto!- le dice Beti,- hoy publicaron una
convocatoria para la competencia anual interescolar de natación, y
estamos seguras que tu vas a ganar, -no sè- decìa ella, ¡nada! -Tu vas a
ganar en nombre de nuestra amistad- le decìan, en eso se acercò Luis,
el chico màs guapo de su clase, le entregò una flor y le dijo,-por
favor, participa- ella se sonrojò, sus amigas le hicieron bulla, luego
le echaron una porra, al fin ella aceptò, -està bien, lo harè por
ustedes y por mis padres, ya que a ellos les encanta que yo participe en
este tipo de eventos, lo que no sabìa ella, es que Susi, de un tiempo a
la fecha, tenìa pavor de que ella se sumergiera en el agua.
Llegò
por fin el dìa de la competencia, todo estaba dispuesto, las porras
alegraban el ambiente, los jueces en sus lugares, a los lados de la
alberca estaba lleno de jóvenes que admiraban y animaban a las
participantes, quienes se encontraban ya listas para iniciar la
competencia, de pronto, sonò el disparo que daba la salida para las
competidoras, y todas al mismo tiempo, se tiraron al agua, las demàs
salieron a la superficie para nadar, si embargo Fibi no salìa a la
superficie,¡iba nadando bajo el agua! Todos estaban expectantes y
admirados de que Fibi nio salìa a la superficie, por fin en la segunda
vuelta ¡brotò a la superficie! Muy adelante de las demàs competidoras
quienes no tuvieron la menor oportunidad de alcanzarla, Fibi
efectivamente, llegò en primer lugar entre los gritos de alegrìa de sus
padres y de sus amigos, sin embargo ella estaba sintiendo un doloroso
ardor en sus piernas y pantorrillas, y ante el asombro de todos los
presentes, saliò de la alberca y corriò hacia los vestidores, su madre
corriò tras ella, Fibi entrò a uno de los vestidores y se encerrò,
aterrada viò que sus piernas estaban cubiertas de escamas y empezó a
llorar,-¡Fibi, Fibi, hijita!-decìa Susi ¡que te pasa por Dios! -¡ho
mamà! Se oyò un golpe seco que provocò su cuerpo al caer al piso, al
tiempo que Carlos llegaba corriendo al vestidor, -apàrtate- le dijo a
Susi y de un empellón, tumbò la puerta del vestidor,- ¡ho Dios mìo,
Carlos, sus piernas!- Carlos saliò y tomò una enorme toalla y le cubriò
sus piernas, en ese momento entraron sus amigas, ¿que pasa, que tiene
Fibi?, -nada- dijo Carlos-, la tomò entre sus brazos y la llevò hacia
fuera, la subiò al carro y partieron rumbo a su casa, en la escuela todo
era expectación, nadie sabìa que era en realidad lo que le habìa
sucedido a Fibi.
Carlos depositò suavemente a su hija sobre la cama
quien presentaba una palidez casi mortal, Fibi abriò los ojos con
dificultad y sòlo dijo –mamà, no puedo respirar- y volvió a desmayarse,
¡por Dios Carlos, llama a un mèdico! –Carlos se dejò caer en un sillòn y
le dijo a su esposa, -no Susi, creo que ha llegado el momento- ¿el
momento de què, Carlos?, -el momento de la verdad, Susi, estamos
perdiendo a Fibi, querida, ¡Fibi es hija del mar! Y debemos de
devolverla. ¡no, ella es mi hija!,-no Susi, no nos aferremos, està de
por medio la vida de Fibi, ¿recuerdas el dìa que se bautizò? ¿recuerdas
como disfrutaba el agua cuando la bañabas? ¿por què crees que es tan
veloz en la natación? No hay nadie màs veloz que ella. Tenemos que
regresarla si no queremos verla morir, en eso Fibi despertò, -papà,
mamà, ¿qué me està pasando? ¡ho hijita!- Susi bañada en llanto, la
abrazò y le dijo- Fibi, tenemos que hablar contigo, ¿qué pasa mamà?
¿acaso voy a morir?, en eso recordò sus piernas y se destapò, pero
estaban normales, -mamà, yo soñè- no hijita, no soñaste, tus piernas se
llenaron de escamas y estamos muy asustados, por eso tenemos que hablar
contigo de algo que nunca te hemos dicho por temor a perderte, -me
asustas mamà-,-mi niña querida me duele decirte que nosotros... no somos
tus padres biológicos,-¿què?,¿pero còmo?¿quiénes son mis padres
entonces? Mira hijita, hace 18 años, nosotros te encontramos en la
cubierta de nuestro yate y decidimos quedarnos contigo, hicimos pasarte
como hija propia, pero hoy tenemos miedo de que mueras al tratar de
retenerte a nuestro lado, siempre nos intrigò tu origen, todo el tiempo
hemos vivido angustiados por ello, y al ver tu comportamiento y lo que
le ha sucedido a tu cuerpo, estamos seguros que tu origen es el mar, no
hay explicación lógica pero tù debes de volver a èl para que puedas
sobrevivir, asi que hemos tomado una determinación, te vamos a llevar al
lugar en que te encontramos para ver que sucede y ¡que sea lo que Dios
quiera!
Al otro dìa muy temprano, tomaron hacia la costa, los tres
iban tristes cada uno sumido en sus propios pensamientos, Fibi recordaba
que no se habìa despedido de sus queridas amigas, de sus compañeros de
clase, de sus maestros, en su cuarto dejaba un montòn de recuerdos,
cosas que sus padres habìan comprado con cariño para ella, sus fotos de
cuando fue bautizada, de sus quince años, de cuando recibìa los premios
en las competencias de natación, recordò en ese momento a Luis, aquel
chico moreno con ojos color miel que le regalara una flor en su escuela,
y las làgrimas resbalaron por sus mejillas.
¡hemos llegado! –dijo
Carlos- ahì està nuestro yate, aquel pequeño yate estaba atracado en el
muelle de aquella pequeña población del Estado de Baja California Sur,
México, a orillas de una bahìa bañada por las aguas del Océano Pacìfico.
Ni Susi ni Fibi hacìan el intento por bajar del automóvil, Carlos
se dejò caer en el pasto y hundiò la cabeza entre sus rodillas
derramando làgrimas de tristeza, en ese momento, Fibi se puso pàlida y
nuevamente se sintió sofocada,¡le faltaba aire!,-¡Carlos! Apremiò Susi,
rápidamente, Carlos tomò entre sus brazos a Fibi y la subiò al pequeño
yate, Susi tras de ellos, Carlos depositò a Fibi muy cuidadosamente
sobre la cubierta del yate, enseguida soltò las amarras, encendió el
motor y partieron hacia el mar abierto, se adentraron y nuevamente soltò
anclas en aquel lugar donde un dìa, un poco aburridos habìan decidido,
ella a tomar el sol, èl a tratar de pescar algún pez. Con la brisa del
mar, Fibi habìa recobrado un poco la salud que se le habìa ido minando
poco a poco. Sin comer, cada uno se volvió a quedar encerrado en sus
pensamientos, Susi recordaba aquel dìa en que encontrara a Fibi en la
cubierta de su yate, las alegrìas y satisfacciones que habìa vivido
durante 18 años, y ahora, estaban ahì, esperando ¡no sabìa què!. Carlos
recordaba y repasaba como en una película, lo que habìan vivido desde
que encontraran a Fibi, recordò tambièn, que su matrimonio estaba a
punto de irse a pique, por la falta de un hijo, hijo que èl no podìa
procrear, ya que cuando joven, debido a una operación, èl habìa quedado
estéril, Susi se habìa convertido en una mujer amargada y llena de
resentimientos, hasta que encontraron a Fibi, ella cambiò totalmente sus
vidas, los llenò de amor, de comprensión, estuvieron siempre juntos en
torno a la niña que habìa sido como un milagro para ellos.
Asi, pasò
la tarde y cayò la noche, era aquella una noche de luna, pasaron los
segundos, los minutos, las horas, los nervios se estaban apoderando de
Susi, cuando de pronto.- se escuchò un sonido, ¡Splash!- Carlos, creo
que merodea algún delfín ò tiburón, Carlos se asomò, cuando de pronto
apareció el hermoso rostro de una mujer, ¡Ho Dios mìo, Susi!,-¡calma!
–por favor, no se asuste, me llamo Sheila -Fibi despertò en ese
momento-¿què pasa?, -una mujer- dijo Carlos, los tres estaban viendo a
una mujer nadando en el agua, ¡ayúdenme a subir, por favor, no les harè
daño! Carlos con cierto recelo, le ayuda a subir ¡ho gran Dios, una
sirena.- eres una sirena!- ciertamente con los rayos de luz de la luna
aquella hermosa cola brillaba como si fuera de oro ò de plata,
increíblemente aquélla cola se fue convirtiendo en dos hermosas piernas
de mujer las cuales fueron cubiertas con una toalla por Susi y Fibi. Ya
pasada la sorpresa, se sentaron a platicar, Sheila les contò su
historia, de cómo conoció al padre de Fibi, de cómo fuè arrojada de la
isla de las sirenas por el que ellas consideraron un pecado y a Fibi
como una maldición, y de cómo su madre en un arranque de compasión le
dijo que aquella situación “anormal” para ellas de haber nacido humana,
durarìa 18 años al tèrmino de los cuales Fibi volverìa a ser “normal” es
decir, una sirena, -por eso desde hace dìas he rondado por aquì, como
cada año lo hago para estar pendiente de mi hija-, Carlos, Fibi y Susi,
no salìan de su asombro, Fibi se soltò en llanto y con encontrados
sentimientos abrazò al mismo tiempo a su madre biológica y a sus padres
adoptivos. Susi y Carlos en ese momento sintieron un gran alivio, pues
siempre habìan vivido en la zozobra por no saber el origen de su hija
Fibi, Carlos se levantò, diò la espalda y con voz emocionada, dijo-
Fibi, debes volver con tu madre, nosostros estaremos siempre contigo,
recordándote y bendiciéndote por la alegrìa que diste a nuestras vidas,
en ese momento, Fibi empezó a ponerse mal, otra vez, le faltaba el aire,
-vamos Fibi, ve con tu madre, y que mi Dios y los suyos les bendigan,
Fibi, se levantò, le dio un beso a Susi y a Carlos, ¡adiós papà, adiós
mamà! Siempre estarán en mi mente y en mi corazòn, Sheila tambièn les
diò un cariñoso abrazo a los dos, asì abrazadas Sheila y Fibi se
acercaron al borde del yate y se tiraron al mar, emergieron del agua y
alzaron sus manos en señal de despedida, luego se volvieron a sumergir, y
dos hermosas colas brillantes, dijeron adiós a Susi y a Carlos, quienes
permanecieron por largo rato abrazados, pero extrañamente, no se
sentìan tristes, ahora se sentìan fuertemente unidos en el recuerdo de
aquella hermosa niña que salvara su matrimonio.
Carlos y Susi
desaparecieron de la Ciudad de Mèxico donde habitaran por tanto tiempo,
vendieron su casa y propiedades y se fueron a vivir a aquel pueblito
donde un dìa encontraran a Fibi, compraron una pequeña casita ubicada en
lo alto de un risco alejada del caserìo, con acceso al mar abierto.
Cuentan los lugareños que cada año, en la noche de Navidad se oyen
murmullos de festejos, risas y cantos de sirena en aquella humilde
casita de los viejitos esposos Alvarez, allà en la costa de la Baja
California Sur..