sábado, 27 de octubre de 2012


“COSTA CHICA”

AUTOR: Isaías López Abundis.

 

COSTA CHICA, COSTA MIA; CABELLERA DE AZABACHE,

QUE MI VERSO TE APAPACHE, Y TE VISTA DE ALEGRIA.

 

DE SAN MARCOS HASTA EL FARO; DE ACAPULCO AL BELLO NIDO.

LOS BOHEMIOS TE DECLAMAN, CON EMOCIONES Y ENSUEÑOS,

EN CHILENAS…Y EN CORRIDOS… A TUS ARROYOS Y RÍOS,

QUE EMANAN DE DE LAS MONTAÑAS; Y EN SU TRAYECTO FLORIDO,

SALUDAN A TUS COSTEÑOS.

 

QUE SUENEN EL BAJO SEXTO… Y LAS GUITARRAS,  EN ESTE DIA,

QUE SE ALEJEN TUS TRISTEZAS, PUES TUS HIJOS TROVADORES,

CANTARAN CON ALEGRIA, COMO HALAGO A TU BELLEZA,

Y QUE EL SON Y LA CHILENA, AGITEN TU CARNE MORENA,

Y LES OBSEQUIES TUS AMORES.

 

COSTA BRAVA Y PENDENCIERA, QUE DESNUDA ASI TE BAÑAS,

TUS CONTORNOS DE HECHICERA; ESA HERMOSA CABELLERA,

QUE HASTA LOS MUSLOS TE LLEGA.

.

QUIEN TE ADMIRA SIN AMBAJES, CON TERNURA Y NO CON SAÑA,

CON UN CALOR ABRASANTE; CON UNA SED INFINITA,

NO EXENTA DE PICARDIA; CUAL AGUARDIENTE DE CAÑA;

TE ACARICIA QUEMANTE Y TE EMBORRACHA DE ALEGRÍA…

ES EL SOL DE MEDIO DIA!

 

 

 

 

 

MIENTRAS QUE EN LA NOCHE OSCURA, LA LUNA OBSERVA CON CELO

TU CONTORNO, TU CINTURA, QUE SE RECREA EN LA BAHIA

Y SE REFLEJA EN MI CIELO

MIENTRAS TE MECE LA BRISA; ES LA MAR QUE SEMPITERNA

SIN TEMOR NI PRISA ALGUNA, TE ARRULLA DULCES QUIMERAS;

SE EMBELESA EN TU FIGURA; PONE SAL A TUS LAGUNAS,

Y EL SALOBRE A TUS PALMERAS

 

COSTA CHICA, COSTA BRAVA; MI AGUERRIDA COSTA BELLA,

QUIERO LIBAR DE TUS AGUAS… Y DE TUS LABIOS DE GROSELLA

LINDA REGION REVESTIDA, DE TRADICION Y COSTUMBRES

GASTRONOMIA Y DE FOLCLOR;

LA AMAPOLA, EL CEMPAXÚCHILT, SON LAS QUE TE DAN COLOR,

Y ES LA CHICHA Y EL CHILATE, QUIENES TE DAN SU SABOR.

 

DE HUIPIL, PARECES DIOSA; CUAL LIRIO, TULIPANES Y ROSAS,

TIENES A TUS PIES RENDIDOS, A HOMBRES Y MUJERES QUE TE DAN SU AMOR

VOY DE TU SENO PRENDIDO, PORQUE ERES MI LINDA COSTA;

CON TUS MONTAÑAS Y PRADOS,  ENTRE TODAS, LA MÁS HERMOSA

BELLA REGIÓN DE MI ESTADO!

 

SOY AGUILA DE LA PEÑA,  Y A TODOS PERMISO PIDO,

LES DARE MIS GENERALES,  Y TAMBIEN MI SANTO Y SEÑA

SOY UN HOMBRE BIEN PARIDO,  POR UNA MUJER COSTEÑA

SOY DE GUERRERO SEÑORES,  NACIDO EN UN BELLO NIDO

LA COSTA CHICA ES MI TIERRA,  DONDE GUARDO MIS AMORES!

 

 

 

“JUCHITECA”

ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS.

 

 

JUCHITECA JUCHITECA

ME ROBASTE EL CORAZON

CON TUS OJOS DE LUCERO

ENCENDIDOS DE PASIÓN

 

CON TUS FORMAS DE SIRENA

Y TUS LABIOS DE CORAL

ME HAS ENVUELTO ENTRE TUS REDES

COMO A UN PEZ EN ALTA MAR

 

EMBRUJADO POR TUS PECHOS

QUE SE AGITAN AL BAILAR

A MIS AÑOS INFANTILES

TU ME HAS HECHO RECORDAR

 

JUCHITECA JUCHITECA

DE BRONCEADA PIEL MORENA

CORRESPONDELE A MI AMOR

VEN Y SACAME DE PENA

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VAS CIMBRANDO POR LAS CALLES

TU SALERO Y TU FIGURA

NEGRA POR TI YO NO DUERMO

YA MI MAL NO TIENE CURA

 

TENGO LISTO MI PETATE

Y DOS ARRACADAS DE ORO

MI NEGRITA YO YA QUIERO

QUE ME ENTREGUES TU TESORO

 

SI TUS PAPACITOS QUIEREN

Y NOS DAN SU BENDICIÓN

CON UNA DOCENA DE HIJOS

LES PAGAMOS EL FAVOR

 

YA LA BIRRIA ESTA COCIDA

Y LA BANDA TOCARA

AHORA SI NEGRITA CHULA

LA HORA SE TE VA A LLEGAR

 

MITOS Y LEYENDAS DE MI PUEBLO

Isaías López Abundis.

 

Azoyú, tiene una vasta historia; ya que se dice que fue fundado en 1486, por una tribu emigrante del reino de Tlachinollan, mismo que había sido conquistado en 1468 por el Imperio Azteca. Con el tiempo llegó a ser cabecera tributaria de varios pueblos en la época colonial, y en 1792 se le otorgó la categoría de Cabecera Municipal. No se tienen datos precisos de la aparición de esta leyenda, pero se supone que fue después de la llegada de los frailes Agustinos; quienes en 1533 llegaron a estas tierras a realizar la evangelización de los habitantes de esta Región; desde entonces, por décadas esta historia fue transmitida de forma oral entre los pobladores de Azoyú y otras comunidades de la Región, pero el tiempo la fue desdibujando de la memoria de nuestros antecesores (así se perdieron muchas historias). Sin embargo; hoy empieza a resurgir. Cierto día, me encontraba en Azoyú, cuando una persona forastera me preguntó que si conocía la leyenda de la sirena, sentí cierta pena al decirle que no, entonces me propuse investigar, y hela aquí: la transcribo con mucho gusto, para que las nuevas generaciones conozcan las viejas leyendas de nuestro pueblo.

 

LA SIRENA DE AZOYU”

Vox Populi.

 

Cira era una guapa mestiza; a sus 19 años, estaba en edad de “merecer”  y es por eso que los pretendientes no le faltaban; sin embargo, a ninguno de ellos les hacía caso, ella se concretaba a ayudar a su madre en las labores del hogar. Ciertamente, su familia no era rica, pero tenía lo suficiente para irla pasando sin sobresaltos, pues su padre era dueño de un terreno y algunas cabezas de ganado vacuno que les ayudaban para vivir sin angustias.

Aquella muchacha sobresalía de entre las demás, pues sus diecinueve años los tenía muy bien distribuidos; tenía un hermoso rostro, sus ojos  de color verde aceitunado contrastaban con su piel morena, sus pestañas eran largas y aterciopeladas, sus cejas negras, arqueadas y bien pobladas. Su boca menuda, sus dientes blancos y pequeños parecían estar hechos de acero, su barbilla partida y en las mejillas se le formaban dos coquetos hoyuelos cuando sonreía, su cuello largo y terso le permitía lucir aquella hermosa cabellera de azabache que en forma de rizos se descolgaba por su espalda. Era pues, una digna exponente de la fusión de dos razas.

Su cara no lucía más afeites que los necesarios; sus prendas de vestir eran invariablemente de color blanco, componiéndose de amplia falda y blusa a la usanza de la región, su cabello rizado estaba arreglado de manera sencilla y natural, la coronaba un gracioso moño también de color blanco.

Al caminar podía admirarse la cadencia de su cuerpo, el cual era sostenido por dos bien torneadas piernas, su pecho era turgente y desafiante. A sus atributos físicos se le agregaba su aseo personal siempre bien cuidado, nunca se le veía desaliñada en su vestir, su perfume emanaba de su propio ser, pues siempre olía a mujer recién bañada, a mujer hacendosa y limpia, era sencilla pero hermosa; era por decirlo así, un portento de mujer!

Todos estos atributos la convertían en la mujer más deseada y asediada por los jóvenes (y no tan jóvenes), unos le ofrecían un ventajoso matrimonio a su favor, y otros le ofrecían su ferviente amor y su mayor esfuerzo para hacerla eternamente feliz. Ella a ninguno le daba el ansiado sí, como tampoco les desilusionaba con un rotundo no; a todos les seguía la corriente, y con su natural gracia y coquetería los animaba para que no cejaran en sus amorosos intentos.

Había entrado la Semana Santa y en su casa se aprestaban a guardar esa fiesta como lo indicaba la Iglesia Católica, religión adoptada desde que los frailes Agustinos evangelizaron esta Región Costa Chica del estado de Guerrero.

Sus padres le habían aconsejado a Cira, que por esos días dejara su arraigada costumbre de bañarse a diario, porque así lo ordenaba la liturgia ó la tradición de la religión antes mencionada, pero ella estaba acostumbrada a realizar en su persona, una exagerada limpieza; le dijo a sus padres que quizás exageraban, que bañarse tal vez no era un pecado tan grande como ellos le aseguraban.

Así, un Jueves Santo, en un descuido de sus padres, hizo un pequeño bulto donde escondió jabón, estropajo y ropa para cambiarse; se encaminó a toda prisa con rumbo al río, el  cual se encontraba completamente solo ya que todos guardaban respetuosamente esos días del sacrificio de Jesús, el Nazareno.

Al mirarse sola, la hermosa mestiza se fue despojando de sus prendas hasta quedar completamente desnuda; el agua de aquel río emitía un suave murmullo como invitándola a disfrutar de ella; introdujo sus menudos pies y poco a poco se fue metiendo en una poza que se formaba en la orilla, hasta que el agua le dio a la cintura. De pronto, sintió en sus extremidades inferiores un abrasante e insoportable calor, a pesar de estar dentro del agua!… con desesperación trató de ganar la orilla del río, pero sus piernas no le respondieron; después de varios minutos de lucha intensa, logró sacar medio cuerpo, pero; ¡oh! Grande fue su sorpresa al ver que en lugar de piernas, le había salido una larga cola de pez, ¡se había convertido en Sirena! Dios la había castigado por desobedecer sus mandatos, por no respetar aquellos días Santos!

Cuentan que desde entonces, los habitantes de Azoyú le oían cantar tristes melodías cada sábado de Gloria, también al iniciar la época de lluvias y en la Navidad. Hubo quien aseguraba haberla visto lavando su ropa en las piedras del río, pero que huía en cuanto se daba cuenta de una presencia extraña; la visión era tan fugaz, como si se tratara de un espejismo.

Dicen que por ese mismo río que luego de una larga travesía va a morir al mar en La Barra de Tecoanapa, se desplazaba; y cuentan que atraía con sus dulces cantos a los pescadores, quienes encantados y enamorados, la perseguían tratando de hacerla suya, más cuando alguno lograba vivir con ella un apasionado romance, lo pagaba con su vida; pues ella lo hundía hasta lo más profundo del mar donde moría ahogado. FIN.

 

Se tiene la creencia que esta leyenda fue un infundio de los religiosos de los primeros tiempos de la evangelización, quienes de esta manera hacían creer a los nativos que si no obedecían los mandatos de Dios, podían convertirse en animales. Fue esta, una forma de lograr la catolización ó conversión de la población indígena y mestiza que ya habitaban en este municipio de la Costa Chica.

UN SUEÑO DE AMOR


Autor: Isaías López Abundis

 

Aquel día parecía ser como otro día cualquiera, transcurría todo muy normal, me asomé por la ventana de mi casa, el sol se derramaba por sobre los tejados de las casas, y los perros corrían hacia el arroyo en busca de agua, siguiendo el andar de las mujeres del pueblo. Sin embargo, algo estaba por suceder.

Al pie de aquel grande y frondoso árbol de parota, que estaba plantado casi frente a mi casa y a orillas del río que bordeaba a mi pueblo; ese buen árbol a quien no le importa brindarle su sombra a quien se le arrime; ahí se encontraba  una  joven  hermosa  de  piel  blanca,  de  ojos  grandes y claros como la miel, su  cabello largo y dorado como los rayos del sol. Yo salí de la casa con la intención de hablarle; pero conforme avanzaba, mis ánimos decaían,  al ver como todo lo hermoso que tenía esa joven, no mayor de dieciocho años, contrastaba con la gran tristeza que reflejaban sus ojos; muy seria y con la vista perdida, parecía  que  le platicaba  sus penas a aquel árbol que no tenía más remedio que escucharle. Ella me ignoró y yo sin hablarle, me regresé a l interior de la casa y la seguí observando por la ventana; vi como se alejaba cabizbaja, como si quisiera encontrar en el suelo las respuestas a todas sus interrogantes ó dudas; al día siguiente, a la misma hora, volví a mirarla, estaba en el mismo lugar, sentada sobre las raíces de aquel  enorme árbol.

Pasaron los días, se acabaron  las  vacaciones  y todos  los  “chavos”  teníamos  que  regresar  de nuevo  a  clases, aparentemente todo volvía a la normalidad.

Un lunes  por  la  mañana  salí  camino  a la  escuela, iba  apenas a  una  cuadra  de  mi  casa  cuando  a lo  lejos  miré  a la  enigmática joven  con  unos  libros  bajo  el  brazo;  caminé  hasta  llegar  muy  cerca  de  ella,  intenté  hablarle pero tuve miedo de asustarla;  la seguí como  una sombra, como un ángel  guardián.  Grande  fue  mi  impresión  al  ver  que aquella bella chica entraba  a las  instalaciones  del plantel; de mi querida escuela donde yo estudiaba el Bachillerato. Al verla,  mis  compañeros  se  quedaron admirados,  atónitos  y al  mismo  tiempo  me  decían  vulgarmente:  -preséntala  “wei”, “chale carnal”, está “chida” parece artista de cine, ¿donde la encontraste?-  ella  haciendo  caso  omiso  a  sus  piropos y a la algarabía que provocaba siguió  caminando,  todos  estábamos  muy  alegres  de  haber  regresado  de nuevo  a  clases,  de  saber  que  era  el  ultimo  año  que pasaríamos juntos y  que  pronto  deberíamos cursar una carrera en la Universidad.

Entramos  al  salón  de  clases,  todos  estábamos platicando de nuestras aventuras, de lo que vivimos en el período de   vacaciones. cuando de pronto vimos  entrar a la maestra  con  aquella  joven con cara de niña; mi corazón dio un vuelco  cuando  escuché  a  la  maestra  que  presentaba  a la  nueva  compañera  de nombre: Yuridia  Olmedo Franco,  todos  le  brindamos  un  aplauso  de  bienvenida; luego en coro  le  pedimos que hablara para saber cual era su impresión sobre su nueva escuela, yo estuve observándola fijamente, casi sin parpadear, era notorio su nerviosismo  porque  trataba de esquivar o esconder su mirada.

Su voz sonó como un melodioso susurro, me sonó como el canto del arroyo que baja de la montaña, sólo recuerdo que dijo que le daba gusto entrar a nuestra escuela, que le parecía muy bonita, después ya no supe que fue lo que dijo, estaba yo embobado con su imagen, con su bello y melancólico rostro; me dio la impresión de que era una chica muy sensible y muy inteligente. Por mi parte, yo me considero un chico sensato, romántico, amistoso, de buenas costumbres y sobre todo, respetuoso,  de pronto, me sentí feliz de saber que muy pronto podría  llevarme  muy  bien  con  ella, de cargarle sus libros, de invitarle un refresco, en fin…¡tantas cosas!

Al oír  tocar  el  timbre  de  salida,  guardé todos mis  libros y caminé hacia donde se encontraba con  el firme propósito de entablar con ella una sincera amistad, si embargo, al llegar donde estaba platicando con una compañera, mi imagen se reflejó en un vidrio del ventanal que estaba a sus espaldas, y me hizo recordar el color de mi piel morena. se me fue la voz, mi boca se negaba a expresar palabra alguna, di un sesgo y me dirigí hacia otro lugar, ¡estúpido!, me dije a mí mismo. Siempre era igual, el psicólogo de la escuela me decía que yo tenía un fuerte complejo de inferioridad que debía superar, ya que todos, (me decía) somos iguales. Pero eso para mí, era muy difícil de superar.

Pasaban los días, el fin de cursos estaba cerca, todos se preparaban y planeaban para la  graduación; en clases, yo  seguía pensando  en Yuridia, en invitarla a cenar y a bailar en la  noche, juntos los dos bajo el manto azul de donde penden las estrellas  y  la  luna;  sin  duda  seria  una  velada  bellísima.

Los días pasaron muy rápido, remolcados por el vagón del tiempo… ¡Al fin!  La fecha tan esperada llegó,  todos  estábamos  felices  en  especial  yo;  todos estábamos sentados a un costado de la mesa de honor, vestidos de gala, era el último día que pasaríamos lista en nuestra escuela, la cual estaba alegremente adornada para despedirnos, me sentía entre alegre, ansioso, triste, nostálgico, una mezcla de todos estos sentimientos inundaba mi ser, sin embargo, no dejaba de sonreír;

con la mirada busqué a Yuridia, al mirar hacia atrás, en la siguiente fila...¡ahí estaba, radiante! Bella como ninguna,  apenas iba a decirle algo, cuando escuché una voz dulce y  tierna  que  salía  de  su sensual boca: - ¡hola, como estás!-, mi corazón parecía que se me iba a salir del pecho cuando contesté -¡hola!, - ¿Estas  tan  emocionado  como  yo?-, -si  por supuesto- le dije al tiempo que le preguntaba, ¿qué harás después de la ceremonia?, -iré a comer con mis tíos y ...¡ya!,- oye, te invito a salir hoy por la noche a caminar por el parque, que dices ¿aceptas?, -sí, claro, ve por mi a las ocho, ya sabes donde vivo- ¡sí! Entonces, te veo a las ocho.

¡Era increíble! ¡Me dijo que sí!, me moría de la emoción al saber que pasaría por ella en  la noche, en ese momento me olvidé de mis traumas y temores, de mi color, de ¡todo!. Sólo pensaba en ella. Después de la ceremonia, mis padres, mis hermanos y familiares me felicitaron y todos degustamos una rica comida preparada por mi madre, pero yo no me concentraba, mi mente estaba en otro lugar.

Llegué puntualmente a las ocho, cuando la vi salir me di cuenta que era la niña de mis  sueños, la más hermosa de todas las mujeres; con su vestido rojo que le dibujaba su  exquisita figura, la tomé de las manos y caminamos a los lugares más bellos de mi pueblo, pasamos frente a la iglesia, nos sentamos en una de las bancas del pequeño parque, le compré un algodón de azúcar, ella reía con una alegre y cristalina risa, que inundaba mis oídos, después me pidió que la acompañara a recorrer la ribera del río, así llegamos hasta aquel árbol que se encontraba casi frente a mi casa, en donde yo la vi por primera vez, nos sentamos en una de las raíces que sobresalía de la tierra; la vi tan alegre y efusiva, que  ahí,  le  declaré  mi  amor y le pedí que fuera mi novia, ella se me quedó viendo y con un dulce acento en su voz, que no olvidaré jamás, me dijo que sí! Todo estaba perfecto, la sentía bella como la  noche, brillante  como  las estrellas y a nuestro derredor, las luces que llegaban de las casas cercanas, semejaban velas que iluminaban nuestro amor, luces que junto con el viento, jugaban con el cabello  de  mi  amada  Yuridia. No hubo  champaña, el platillo fuerte y el postre de ese día fueron las caricias que nos prodigamos; me confesó que al igual que yo, eran los primeros besos de amor que alguien le daba.

Una música  romántica se escuchó a lo lejos, música de guitarras y una melodiosa voz que decía: “por buena suerte te encontré/ en mi camino/ y desde entonces yo soñé/ que fueras mía, yo tomé sus delicadas y blancas manos que contrastaban con las mías y bailamos tan pegadito que quería incrustarla en mi pecho. Un   dulce y suave beso selló aquella noche nuestro naciente amor.

El viento empezó a soplar muy suavemente, después más fuerte, de pronto empezaron a caer gotas de agua,  parecía que el cielo quisiera participar de nuestra  felicidad; los dos corrimos hacia el caserío y nos refugiamos en el quicio de una puerta que se encontraba cerrada, quedamos los dos muy juntitos, aspiraba yo su perfume y su aliento y no sabía cual era más agradable; entonces ella me dijo, -cuéntame de ti-, -bueno, soy un chico serio, un tanto introvertido, pero me gusta hacer amigos, soy responsable en la escuela y en la casa,  aunque no somos ricos, mis padres me dan todo lo que necesito para estudiar y yo les correspondo poniendo empeño en las labores escolares.

-Ahora tú, dime ¿qué hacías bajo nuestro árbol?-  un velo de tristeza ensombreció sus ojos al tiempo que decía: -hasta hace unos meses, era yo la chica más feliz de la tierra, hija única; mis padres me querían y me cuidaban; con ellos, al igual que tu con tus padres, tenía todo. Pero un triste día, salieron en su auto a una ciudad vecina y en el trayecto los asaltaron, los asaltantes no se conformaron con su dinero, sino que les quitaron también la vida, al no tener más parientes en la ciudad, tuve que venirme a vivir con mis tíos, mi vida cambió por completo, extraño mucho a mis padres. Sólo hasta que te conocí empecé a ver la vida diferente, adiviné que me querías desde el primer día en que nos conocimos, me agradó que respetaras mi dolor, la segunda vez que nos vimos en la escuela y no te atreviste a hablarme; supuse que tú también tenías un problema con tu color de piel y eso me enterneció. Quiero decirte que a mí no me importa el color de la gente, me gustas porque tienes un buen corazón, porque sé que eres responsable y un hijo cariñoso, que al respetar a tus padres demuestras que eres humano y sensible, mis tíos también te tienen en muy buen concepto; por mi parte, he visto como te esfuerzas y tratas de superarte en la escuela. ¡por eso te quiero!-,

Me dejó sin aliento, me había descrito como yo también pienso que soy, me sentí feliz de haberla conocido, de saber que me quería, que me amaba, estaba tan contento que no sentí cuando se desprendió de mis brazos y corrió otra vez hacia el árbol, a media calle me gritaba ¡ven, alcánzame! Cuando de pronto; se oyó un horrible estruendo al mismo tiempo que una luz cegadora   inundaba mis ojos, cuando los abrí, Yuridia estaba tirada a media calle, ¡la había tocado un rayo! Todo mi ser se estremeció, corrí al tiempo que gritaba, ¡Dios mío…no! ¡Yuridia, no! La tomé entre mis brazos, su pelo y su cara presentaban horribles quemaduras, ¡no Yuridia, no me dejes!. Cuando de pronto sentí unos golpes en mis costillas, en mi cara; -despierta Javier, despierta! ¿Qué son esos gritos? 

Otra vez te agarró la pesadilla ¿verdad?, levántate que hoy es el día de la clausura y se te hace tarde. ¡Santo Dios! Todo había sido un sueño, cuando aún percibo su cálido aliento y su perfume, si todavía tengo en mis labios el sabor de sus besos.

Estoy sentado junto con mis compañeros frente al presidium de honor, el conductor de la ceremonia de clausura realiza el último pase de lista, regreso a ver hacia atrás; no está, nunca estuvo. Sin embargo hoy me siento liberado de mis temores y traumas, ahora tengo la certeza de lo que valgo y de lo que soy, que habrá alguien que se fije en mí por los valores que llevo dentro. Escucho mi nombre, me levanto y camino con paso firme, seguro, con la frente en alto… ¡Yuridia, algún día te encontraré! 

HISTORIAS DE MI PUEBLO:

VIDA Y OBRA DE DON MELQUIADES BAUTISTA HUERTA:

ISAÍAS LOPEZ ABUNDIS.

 

Don Melquíades Bautista Huerta, Nació en Azoyú Gro., el día 04 de diciembre de 1882, y murió el 19 de octubre de 1975. Se casó con la Sra. Dolores Priego, quien nació en Azoyú, hija de padres Chilapeños.

Sus padres fueron el Sr. Manuel Bautista Almazán, y la Sra. Francisca Huerta. Sus abuelos paternos fueron el Sr. Felipe Bautista Herrera y la Sra. Mercedes Almazán Patrón, originarios de Olinalá Gro.,

El niño Melquíades quedó huérfano a la edad de 7 años, conoció e hizo amistad con los niños Caritino, Eduardo, José y Efrén, hijos de la Sra. Fortunata L. Viuda de López, familia económicamente encumbrada y muy trabajadora; fue tanto el cariño que le tomaron que se lo llevaron a vivir con ellos, ahí Melquíades aprendió el oficio de panadero, también lo relacionado a la cría de ganado vacuno, caprino y porcino, y al comercio en general, fue un hijo más que ayudaba con afán en TODAS las labores relacionadas a la familia, su pago fue, precisamente aprender con la práctica y el asimilar las experiencias vividas. Cuando cumplió la mayoría de edad, se independizó, es decir, empezó a trabajar por cuenta propia: se dedicó al campo y al comercio de pieles de ganado vacuno, viajaba a Tlapa de Comonfort, Gro. A donde llevaba grasa y pieles, y regresaba con mantas, azúcar y otros productos que comercializaba en Azoyú.

Al estallar la revolución de 1910, ya casado, junto con su esposa y su pequeña hija Adelina, se fue a refugiar a Ometepec, Gro, donde hizo muchos amigos, sin embargo, Ometepec era una plaza muy importante para los revolucionarios y para el gobierno, así que el peligro era latente y tuvo que marcharse con su familia hacia Metlatónoc, donde se dedicó a las labores del campo.

Terminada la Revolución, regresó a su pueblo natal, Azoyú, donde retomó sus actividades del campo, la ganadería, la panadería y el comercio, obteniendo excelentes resultados gracias a su empeño, responsabilidad y dedicación. Por esos años, nacieron sus hijos Manuel, Medardo, Melquíades, David y Humberto. Amasó una considerable fortuna, ya que llegó a tener aproximadamente 1000 reses, (de las cuales, en el año de 1936 se le murió el 90% a causa del “derriengue”) además de ganado caprino, equino  y porcino, luego como aficionado, tuvo una buena cría de gallos de pelea, restableció sus relaciones comerciales con Tlapa; comercializó las famosas cervezas “Saturno”, el vino lo traía desde Huitzuco, Gro., en castañas de 30 litros por la vía de Tierra Colorada-Ayutla-San Luis Acatlán-Azoyú; posteriormente recibía la mercancía que compraba en Acapulco (la cual trasladaban en barco) en la Barra de Tecoanapa, para ello, abrió brechas que comunicaron Azoyú-Juchitán-La Cuchilla-La Barra, y Azoyú-Juchitán-Marquelia-La Barra, de esta manera pudo trasladar a lomo de mulas dicha mercancía, él precisamente se convirtió en “arriero” y a partir de entonces nada se le dificultó para recibir la mercancía que le llegaba incluso desde la Ciudad de México. Al estar constantemente en La Barra de Tecoanapa y notar la abundancia de la pesca de Huachinango y Robalo, se propuso comercializarlos, para ello los pusieron a salmuerar, construyeron tapancos de madera y ahí los salaban, después los sacudían y guardaban en sacas hechas de petate para trasladarlos a otras partes del estado, incluso del país. Fue don Melquíades un hombre visionario y emprendedor, junto con don Aurelio Flores, introdujeron los primeros carros automotores para trasladar hacia Acapulco la carga y el pasaje de la Región.

VIDA Y OBRA SOCIAL:

Don Melquíades Bautista, siempre fue un hombre humilde, sencillo, solidario con las causa nobles, hacía el bien sin mirar a quien, participaba activamente en las fiestas del pueblo; en la fiesta mayor que es el día ocho de mayo, de su propio peculio, ofrecía una comida para los comerciantes que llevaban a expender su mercancía a dicha feria, y todavía, a quien le sobraba mercancía, ¡él se las compraba!

Sin ser funcionario público, ayudaba lo mismo en la construcción ó reparación de la Iglesia ó de la Escuela del lugar, se ganó el cariño de los habitantes de Azoyú y de todo el municipio y la Región. Cada día de su cumpleaños, los niños y maestros de la escuela iban a cantarle las tradicionales mañanitas.

En el año de 1922, Don Melquíades es presidente Municipal, y en poco tiempo (anteriormente el período era de un año) realizó innumerables obras entre las que se mencionan la reconstrucción del Palacio y el Mercado Municipal, se construyó el Zócalo al cual lo rodeó con plantas de ornato y rosales, introdujo la red de agua entubada que se trajo desde la comunidad de el Zapote Negro, así como la fuente de agua potable, (una fuente que todavía existe y que guarda tantos recuerdos y tantas historias) organizó encuentros deportivos contando con la participación de las poblaciones aledañas, llevó a cabo jugadas de gallos enmarcadas en las fiestas del pueblo. Realizó gestiones para que jóvenes de Azoyú se fueran a estudiar a la ciudad de México la carrera de maestros, logrando algunos su objetivo. Hizo traer a un señor de nombre Rosendo, de Amozoc, Puebla; quien era mecánico y además fabricaba frenos, espuelas y otras artesanías relacionadas a los caballos, y a un jabonero para que enseñaran estos oficios a la gente del pueblo que así lo deseara. Trajo a un maestro de primaria de Olinalá, el Profr. Juan Coronel, para que enseñara a leer y escribir a los niños de Azoyú. Construyó la portada del panteón Municipal, poniéndole la imagen de San Miguel; el albañil de dicha obra fue Don Vidal Ramírez, padre de Indalecio Ramírez, “El Indio de Igualapa”

En el año de 1932, se formó la Colonia de Marquelia y Don Melquíades contribuyó con el Sr. Nabor Ojeda y el Sr. José López, y otras personas, para que fuera una población modelo; sin embargo, esto no se concretó debido a que falleció el Ing. Del Valle, quien iba a financiar dicho proyecto.

Tiempo después, se construyó el Campo aéreo de Juchitán y con ayuda de sus hijos David y Melquíades Jr., llevaban marranos y chile seco a Puebla y traían de allá harina, azúcar y otros artículos de abarrote. Con la ayuda también de su hijo David, construyó ó abrió la brecha que hoy comunica a Azoyú con Cuanacaxtitlán y Arcelia del Progreso. Influyó para que se construyera el campo de aviación de Azoyú. Compró de su dinero una casa y un potrero en Zoyatlán, posteriormente donó la casa para que construyeran la escuela, y el potrero se lo regaló a Don Meño Díaz, quien habría sido su vaquero.

Se comprometió a formar una orquesta y trajo de Ometepec al maestro Polanco, y en seis meses Azoyú contaba ya con su orquesta a la que pusieron el nombre de la diosa de la música “Euterpe” los primeros músicos fueron Agapito Salinas, Hilario y Vicente Quintero, Manuel y Primitivo Rodríguez, Luis Portillo, Ezequiel Jiménez y David Gutiérrez, en los años cuarenta llegó la misión cultural, así se reforzó dicha orquesta con otros músicos como: Gabriel y Ramón Estrada, Francisco Santos, Francisco Castellanos, Isaac Quintero, Isaías López Oliva, (mi padre); Melquíades Y Humberto Bautista y el maestro Panuncio Adame, y Don Melquíades siempre estuvo patrocinándolos. Igual a la gente de La Barra de Tecoanapa les regaló instrumentos para una banda musical y les llevó un maestro para que les enseñara a tocarlos; a los Magallones de Huehuetàn, tambièn les ayudò.

Entre sus apuntes y memorias menciona a sus amigos de Ometepec, Acapulco, Ayutla, San Marcos, Igualapa, La Barra de Tecoanapa, Tlapa, Chilpancingo, Cruz Grande, en fin... toda la Costa Chica, así como del Estado de Puebla, del estado de Morelos, de la Ciudad de México, y de ciudades de otros estados, para enumerar sus nombres no me alcanzaría el espacio. Mi padre, que trabajó con él en su tienda, nos contó que quemaba libros y libros que contenían la relación de gente que le adeudaba dinero, sin embargo, jamás dejó de tenderle la mano a la gente que necesitaba de su ayuda; comida, medicina, ropa, nadie de su casa se iba con las manos vacías. Siempre mostró sentido del humor y una ecuanimidad digna de admirar.

VA DE ANÉCDOTA; (una de tantas)...

En Azoyú existió un carpintero que tenía una casa de adobes, pero le faltaban las puertas, un buen día llegó Don Melquíades a verlo, -buenos días señor carpintero,- buenos días don Melquíades! Que se le ofrece? –mira- le dice don Melquíades, -necesito que me hagas unas puertas-, - si señor- le dice el carpintero, ¿y las medidas?, mira, para que no te entretengas, tómale medidas a las puertas de tu casa, ya que son iguales a las que necesito, aquí tienes dinero para que compres madera y lo que vayas a ocupar. Cuando ya estén hechas, me avisas-, - si señor!-, le dijo el carpintero.

El carpintero se afanó y en pocos días fue con Don Melquíades: -Señor, ya están sus puertas!-, a lo que Don Melquíades le contesta muy serenamente, -Mira amigo, pégalas en tu casa, y me dices cuánto es lo que te debo. Y el carpintero entre apenado y contento, le dice, -no señor, no me debe nada. Al contrario, muchas gracias!

Como Ciudadano, señalo que las autoridades locales, me atrevo a decir Regionales y el pueblo en general, le debemos un público reconocimiento a Don Melquíades Bautista Huerta, hombre emprendedor, altruista y solidario con su pueblo;  por todo lo que hizo en beneficio de la gente de Azoyú y de toda la Región.

Cualquier comentario, al correo: isaias_la@hotmail.com.

Agradezco a la familia Bautista Arizmendi, de Marquelia, por los datos proporcionados.

 

 

 


CONOCIENDO LA HISTORIA DE AZOYU.
Investigando, encontré el presente texto; el cual tiene una gran importancia para los habitantes del pueblo de Azoyú, para la Región Costa Chica, y para nuestro estado de guerrero. Por ello considero pertinente compartir dicha información para tener un conocimiento más amplio y fundado sobre los orígenes de tan importantes documentos que narran la historia de nuestro pueblo Azoyuteco.
Y esta, es apenas una Breve crónica de cómo fueron encontrados los códices, mismos que después de haber sido estudiados por la Doctora Constanza Vega Sosa, y dados a conocer en 1991, revelan toda la odisea que vivieron nuestros ancestros en aquella época.
 


Historias de los CÓdices Mexicanos
Manuel A. Hermann Lejarazu

Los Códices de Azoyú y el Lienzo de Tlapa

 

Tres valiosos documentos, procedentes de la zona tlapaneca del actual estado de Guerrero, han ayudado a reconstruir parte de la historia prehispánica y colonial de una de las regiones menos estudiadas de la antigua Mesoamérica. La historia reciente de estos manuscritos comienza a mediados de 1940, cuando se efectuaban las labores de deslinde de los límites ejidales de la comunidad de Azoyú, en la Costa Chica de Guerrero. El encargado del levantamiento de los terrenos era el ingeniero Francisco Rodríguez Reyes, funcionario del entonces Departamento de Asuntos Agrarios del gobierno federal.
Para acreditar los derechos de esa comunidad, las autoridades de Azoyú estimaron importante entregar al ingeniero Rodríguez Reyes cuatro páginas de un manuscrito pictórico que consideraban parte de los títulos que amparaban la posesión de sus tierras. No obstante, Rodríguez Reyes, al regresar a la ciudad de México, se puso en contacto con el historiador Salvador Toscano con la intención de venderle las hojas sueltas del códice que le habían entregado. Toscano convenció a Rodríguez Reyes de que gestionara la venta de los documentos con el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, cuya sede aún se ubicaba en la calles de Moneda número 13.
Alfonso Caso, a la sazón director del inah, se hizo cargo de la transacción y compró por la cantidad de 350 pesos las cuatro páginas en agosto de 1940. Sin embargo, el propio Rodríguez Reyes afirmaba que todavía existían más códices en la comunidad de Azoyú, incluida una “manta” con pinturas.
Después de una “expedición” fallida encabezada por Jiménez Moreno, Agustín Villagra y Salvador Toscano para llegar al pueblo de Azoyú, el licenciado Alfonso Ortega Martínez, abogado consultor del INAH, se trasladó a Azoyú en noviembre de 1942 para entrevistarse con Irineo Germán Roque, quien, además de haber sido presidente del comisariado ejidal, era descendiente directo de los antiguos señores y caciques de Azoyú y heredero de los códices que mantenía en resguardo a nombre de la comunidad. Ortega Martínez convenció a Irineo Germán de que le prestara los códices para revisarlos en la ciudad de México y le aseguró que después se los devolvería. Para mediados de diciembre de 1942, Ortega Martínez entregó a las colecciones del museo los dos códices que hoy se denominan Azoyú 1 y 2, así como la “manta pintada” que se conoce actualmente como Lienzo de Tlapa y diversas piezas arqueológicas, entre ellas vasijas, cajetes y esculturas de barro procedentes de Cerro Guayabo, cercano a la misma comunidad de Azoyú.
Las cuatro hojas sueltas que habían sido vendidas por Rodríguez Reyes formaban parte del Códice de Azoyú 1, actualmente conformado por 38 hojas de papel amate, mientras que el Códice de Azoyú 2 únicamente está integrado por 15 folios del mismo material.

TEXTO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA

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Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Investigación; Isaías López Abundis
 



“HISTORIAS DE MI PUEBLO”

SUCEDIÓ EN TODOS SANTOS.

ISAÍAS LÓPEZ ABUNDIS

 

DE LAS ARRUGAS INDESEABLES, PREMATURAS,

QUE A MI MENTE SIN NOTARLO LE HAN SALIDO,

SACO ESTA HISTORIA QUE EN MI NIÑEZ HUBE SABIDO

UNA TRAGEDIA QUE SE TEJIO EN LA NOCHE OSCURA.

 

Año del sesenta y dos/ sin tener motivo alguno/ en Azoyú sucedió/ sin esperarlo ninguno/

el comandante Negrete/ a Goyo Godínez mató.

 

Azoyú es un pueblo lleno de costumbres y tradiciones, tranquilo y apacible, pero como parte del Guerrero “Bronco”, también se sabe “enchandar”, sólo que en Azoyú, el que la hace la paga; no como en otras comunidades, que cuando alguien causa un mal, (el que la hace) si no lo encuentran para hacerle pagar, se cobran hasta con el de la cuna.

Por aquellos tiempos, en las cabeceras Municipales existían “Pelotones de Defensa Rural” que hacían rondines para resguardar el orden y auxiliar a las policías Municipales en cuestiones propias de la paz y seguridad de los habitantes de la comunidad. Dichos grupos de Defensa Rural, a finales de los años 60, fueron desarmados por el gobierno con el pretexto de cambiarles las armas por otras más modernas, nuevas ó actuales...hasta la fecha!

Era el día 2 de noviembre de 1962, el Comandante Gregorio Godínez Lanche, al frente del pelotón de la defensa rural de Azoyú, se dirigía hacia Ometepec haciendo un recorrido de seguridad, por el camino del Machauite, más delante de esta comunidad iban, cuando les dio alcance Constancio Pablo Nabor, -¡Goyo..Goyo! espérate, vengo por mandado de tu hermano Cruz de Jesús Godínez, dice que se regresen pa´Azoyú, porque en Ometepec hay problemas que a ustedes no les competen-.

El comandante Gregorio le pregunta a su personal, Ustedes que dicen compañeros, -¿nos regresamos, o le seguimos pa´Ometepec,?- todos estuvieron de acuerdo en que obedeciera la recomendación de su hermano, así que se regresaron, rayando el sol llegaron a Azoyú, entrando al pueblo Goyo les dice a todos: -vayan a sus casas a dejar las armas y nos vemos en el domicilio de mi hermano Santa Cruz,- ya cuando estaban todos reunidos, Goyo le pregunta a su hermano -¿por qué mandaste a Constancio a regresarnos?-, -Es que Don Aníbal López me mostró un periódico donde dice que en Ometepec hay problemas-. A lo que Goyo contesta, -¡hombre, a lo mejor se trata de una mentira!, pero bueno, mejor vamos a tomarnos un trago de aguardiente con valeriana ó un “torito” a casa de Demetrio Rendón, yo los invito muchachos-, ya estaban tomando aguardiente en casa de Demetrio cuando se oyeron unos disparos en el centro del pueblo, ahí Lorenzo Herminio le dice a Goyo, -hay que ir por las armas- Gregorio les dice, -no sean cobardes, mejor vamos donde mi prima Eloína Medel a oir unos corridos en el tocadiscos. Hacia allá se fueron, pidieron cervezas y estaban escuchando los corridos cuando llega el comandante de la policía Municipal, un tal José Negrete, (quien no era de Azoyú, y según andaba tomando también), con su segundo comandante y demás palomilla. El comandante Negrete, al ver que el Comandante Goyo y los de la Defensa Rural estaban tomando cervezas, le dice a la dueña del local -¡cervezas para todos, yo pago!-, ahí dice Porfirio de Jesús de la Cruz, sobrino del comandante Goyo, -yo prefiero aguardiente-, y se para a comprar una “media”, entonces un amigo del comandante Negrete, le quiso quitar la botella de aguardiente a Porfirio, al ver esto Gregorio le dice a aquel fulano –deja a mi sobrino que tome lo que quiera, yo respondo por él-. El comandante Negrete le dice a Goyo, -¿quién es él? Por qué lo defiendes?- entonces se oye la voz enfadada de Juan Patricio Bautista, (policía de la defensa) -¡aquí no valen los forasteros, aquí vale la Defensa Rural del pueblo.

Ya enojado, el comandante Negrete se dirige a Gregorio y le pregunta -¿tú eres el comandante de la Defensa Rural?- Gregorio, con voz firme y segura le contesta;: -¡sí!,- fue cuando el comandante José Negrete sacó su pistola y a mansalva le dio un balazo a Gregorio en la tetilla izquierda, enseguida el segundo de Negrete le vació también el cargador de su pistola a Goyo, pistola en mano salieron al grito de ¡quien otro quiere morir?

Enseguida, la palomilla de la Defensa salieron por sus armas, Lorenzo Herminio pasó a casa de Crispín Hernández Vicente, quien era el comandante de la segunda compañía, (otro grupo de reserva) para que le entregara la escopeta que el General Jesús Monroy le había regalado al grupo de la Defensa Rural, entonces dice Crispín, -oye, con Praxedis Peña Ibarra, yo la tengo empeñada.-

A eso de las 11.00 de la noche, la Defensa ya armada, se organizaron para capturar al asesino, Silvano Martínez Roque y su cuñado Angel Santiago lo encontraron en la comandancia y lo desarmaron sin darle tiempo “a poner mano”,. El segundo comandante sostuvo una balacera cerca de la comandancia, con otros miembros de la Defensa Rural, como pudo se les escapó, más adelante se topa con Guillermo Zavaleta, quien hace el intento de dispararle pero su “cerrojo” no tronó, en cambio el segundo comandante le disparó a Guillermo, pero no le dio, nomás le ahumó los cachetes.

El ambiente en Azoyú era pesado, era noche de “Todos Santos” y hasta los difuntos se cuidaban de alguna bala perdida. La gente sin saber que pasaba, se encerró en sus casas, afuera la balacera era cerrada y nutrida, sonaban las tejas donde caían las postas de las balas de escopetas, los rezos eran ahora por los difuntos y por los vivos que corrían peligro; la danza de la tortuga ya no salió a dar su recorrido.

Los de la Defensa se regresan a la comandancia de la policía Municipal donde ya tenían a José Negrete, y le preguntan hacia donde se dirigía el segundo comandante, a lo que contestó que se iban a ver en Marquelia. Sin dilación, caminando se dirigieron hacia la barranca del “Pozo Muerto”, ahí alcanzaron al segundo comandante de la Municipal; quien por alguna razón se entretuvo, sin miramientos le dispararon y cayó muerto, el mismo grupo de la Defensa lo levantó y lo llevaron a la comandancia, donde se hizo cargo el Síndico Procurador Municipal el Señor Felícito Martínez, y al día siguiente tuvo conocimiento el Presidente Municipal, el Señor David Bautista Priego.

El día 3 de noviembre, nueve pelotones de la Defensa Rural se dieron cita en Azoyú, para dar cristiana y fiel sepultura a un hombre muy estimado y valeroso, a quien en vida contribuyó para preservar la paz y la seguridad de sus conciudadanos, a quien fuera comandante de la Defensa Rural de Azoyú, el Señor Gregorio Godínez Lanche. Su sepelio coincidió con la “llevada de las flores”, el panteón estaba lleno de gente y las tumbas adornadas y vestidas de amarillo.

Sus soldados ó policías fueron: Crispín Hernández Vicente, Guillermo Zavaleta Roque, Jesús Hernández Mayo, Silvano Martínez Roque, Juan Patricio Bautista, Agustín Domínguez, Irineo de la Cruz Santiago, Emilio Bautista Canuto, Lorenzo Herminio Bautista, Maurilio Santiago Bautista y Alvaro de la Cruz Bautista. Un reconocimiento a todos ellos!.

Señores ya me despido/ ya les conté mi versión/ un “día de muertos” florido/ Goyo murió sin razón

Agradezco al Profr. Juan Godínez, y al Señor Lorenzo Herminio Bautista, por proporcionar los datos de este triste y lamentable suceso.